Jueves, 15 de agosto del 2024
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Ap 11, 19a;12,1.3-6a.10ab: “Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”.
- Salmo Responsorial. 44, 11,12ab.16. “De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro de Ofir”
- Segunda Lectura. 1 Cor 15, 20-27a: “Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies”.
- Evangelio. Lc 1, 39-56: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
“María, la primera salvada por la Pascua de Jesús”
ENTRADA:
Muy buenas (noches, días, tardes). Hoy es la fiesta de Cristo Jesús. El Resucitado, tal como nos lo presenta san Pablo, es la cumbre de la salvación y la historia, el contenido principal de nuestra fe y de nuestra fiesta durante todo el año. Hoy es también la fiesta de la Virgen María, la Madre, la primera salvada por la Pascua de Jesús. Ella es la “primera cristiana”; supo abrirse totalmente a Dios, lo alabó con su Magnificat y le fue radicalmente dócil a su vida. Te invito para te que pongas de pie, mientras cantamos para iniciar esta celebración.
Primera lectura: Ap 11, 19a;12,1.3-6a.10ab (Visión de la mujer y el dragón)
El texto del Apocalipsis constituye un tejido de referencias bíblicas. El Autor quiere mostrarnos que Dios ha actuado a lo largo de la historia a favor de su pueblo y nos deja entender que así lo seguirá haciendo. Con este mensaje se intenta fortalecer la fe y la esperanza de aquellos creyentes que viven en una situación de dificultades y de persecución. Abran sus oídos para escuchar este mensaje.
Segunda lectura: I Cor 15, 20-27a (Cristo resucitado como primicia, después todos)
El elemento central de nuestra fe, tal como fue formulado y anunciado por las primeras comunidades, es la muerte y resurrección de Cristo. En su primera carta a los Corintios, san Pablo ha recordado ese “Evangelio” que él mismo recibió y transmitió. Luego nos presenta una densa reflexión sobre la realidad de la resurrección de Cristo, sin la cual el cristianismo no tendría sentido. Presten mucha atención a este mensaje del apóstol.
Tercera lectura: Lc 1, 39-56 (Visitación y canto de María)
San Lucas nos presenta a continuación el cántico de María, el Magnificat, que asume un buen grupo de textos y expresiones veterotestamentarios, de manera especial el cántico de Ana, la madre Samuel. El himno en su totalidad gira en torno a una tesis típica de la mentalidad bíblica que nos dice que Dios no permanece indiferente ante el triunfo de los ricos y poderosos sobre los pobres y los humildes, sino que interviene para favorecer al indefenso. De pie, para cantar el Aleluya, para luego escuchar la Buena Nueva.
Oración Universal:
Presidente: En este día en que conmemoramos la Asunción de la Madre de tu Hijo, te pedimos por su intercesión que atiendas las necesidades de tu pueblo. Diremos: “Escúchanos, Padre, por intercesión de María”.
1.- Por la Iglesia que peregrina en este mundo con la esperanza de la gloria que un día se nos descubrirá; en comunión con María, Madre de la Iglesia, Roguemos al Señor.
2. Por la unión de las Iglesias divididas por el pecado; en comunión con María, madre de todos los creyentes en Cristo, Roguemos al Señor.
3. Por los enfermos, los moribundos, y por todos los que se encuentran en cualquier necesidad; en comunión con María, salud de los enfermos y consuelo de los afligidos Roguemos al Señor.
4. Por nosotros que nos disponemos a celebrar la liturgia de la mesa eucarística, anuncio del banquete del reino eterno; en comunión con María, intercesora nuestra ante su Hijo Jesús Roguemos al Señor.
Presidente: Señor, que ante todos los problemas de esta vida llevemos como guía a aquella que guio a Jesús y que hoy presenta por nosotros estas plegarias ante ti que vives y amas por los siglos de los siglos. Amén.
Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.
(San Alfonso María de Ligorio).
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