• Primera lectura. Job 1,6–22: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor”.
  • Salmo responsorial. 16,1.2-3: “Inclina el oído y escucha mis palabras”.
  • Evangelio. Lc 9, 46-50:“El más pequeño de ustedes es el más importante”.

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Queridos hermanos, en la presencia del Señor, muy buenos días, tardes o noches.

Concluimos el mes de septiembre, mes de la Biblia. San Jerónimo cuya memoria celebramos hoy, por encargo del Papa se dedicó a traducir la Biblia al Latín vulgar, es decir a la lengua más usada en ese momento.

Conocer las Sagradas Escrituras es conocer al Hijo de Dios que se encarnó y se hizo hombre como nosotros.

Ser grande, tener dominio sobre los demás, tener poder, ser jefe… es la aspiración de muchos. Jesús desarticula esos deseos de sus discípulos, coloca a un niño, indefenso, sin la malicia de algunos adultos, sin la experiencia de los expertos, pero con la candidez y dulzura necesarias para agradar a Dios. En vez de estar buscando puestos y prebendas, se ha de buscar el agradar a Dios de palabra y de obras.

Quien habla bien de Jesús y en su nombre realiza signos y prodigios, debe tener nuestra cooperación por el éxito de misión

Es difícil mantenerse sencillo en una sociedad tan rival como la nuestra. Todos queremos más: el ascenso, la promoción, el prestigio, el aparentar, así como les pasó a los discípulos, a ver quién es el más importante. Se ve que las raíces humanas son iguales para todos.

El que preside: Al Señor, que nos ha mostrado la medida de la grandeza de su Reino en un pequeño niño para que comprendamos y vivamos su Palabra, pidamos con fe: “Venga tu reino, Señor”.

1.- Por la Iglesia: para que sea el lugar en el cual todo hombre pueda aprender Los Humildes caminos de dios. Roguemos al Señor.

2.- Por todos los pastores y ministros de la Iglesia: que siempre estén en armonía con el Evangelio. Roguemos al Señor.

3.- Por el hombre de nuestro tiempo, para que sepa confrontarse con la Palabra del Evangelio para encontrar vías nuevas en la construcción de su vida y de la sociedad entera. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los hermanos profundamente probados por numerosos sufrimientos: para que no decaigan en la certeza del amor de Dios y de su continua presencia. Roguemos al Señor.

El que preside: Señor, que nos enseñas con humilde paciencia tu verdad, líbranos de toda pretensión de grandeza y concédenos la gracia de vivir como siervos tuyos.  Por Cristo, nuestro Señor.  Amén.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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