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  • Primera Lectura. 1 Cor 15,12-20: “Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados”.
  • Salmo Responsorial. 16,1.6-7.8 y 15: “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor”
  • Evangelio. Lc 8,1-3: “lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que Él había curado de malos espíritus y enfermedades”.

Queridos hermanos en el amor y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo, muy buenos días, tardes o noches.

La lección que saca Jesús de esta acción es bien clara: los pecadores reciben la gracia, los llenos de su propia virtud la rechazan. Recibir la gracia supone una conciencia de necesidad.

El amor de la mujer es causa de perdón, está producido por la gratitud del arrepentimiento. Jesús habla con respecto de la actitud de la mujer. Valora sus acciones. El que está con y en Cristo es una nueva creación, pasó lo antiguo todo es nuevo

Porque lo primero que yo les transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados

El primer paso lo ofrece el mismo Dios. Perdonó mucho por medio de su Hijo. El seguimiento de Jesús exige este amor: porque se nos perdonó mucho.

Presidente: Anclados a la esperanza en Cristo resucitado, primicia de los que han muerto, abramos al Padre nuestro corazón con la confianza que seremos escuchados, y oremos juntos: “Padre de la vida, escúchanos”.

1.- Por la Iglesia, peregrina en el tiempo: que la atención entre el “ahora” de la salvación y el “no todavía” de la plenitud futura la preserve de la introversión eclesial y la sostenga en la salida misionera hacia las periferias. Roguemos al Señor.

2.- Por los predicadores de la Buena Nueva: que, anclados al misterio de la resurrección de la carne, promuevan una concepción de la existencia como camino integral de toda la realidad humana hacia Dios. Roguemos al Señor.

3.- Por la vocación y la misión de la mujer en la sociedad civil y en la comunidad eclesial: que su talento de “ver con el corazón” sea conservado y valorado como servicio preciso a la humanidad. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los difuntos que en vida profesaron su credo en la resurrección de la carne y en la vida eterna: que puedan contemplar y gozar eternamente el abrazo de amor que une al Padre y al Hijo. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros reunidos en torno a este altar: para que nuestra fe en Cristo resucitado sea fermento de vida nueva y manantial de alegre esperanza que libra de la tentación de la acedia paralizante y enciende el entusiasmo misionero. Roguemos al Señor.

Presidente: Dios Padre, amante de la vida, que has creado al hombre para la inmortalidad, sostennos con tu escucha en nuestro peregrinaje terreno, para que podamos llegar a la plena comunión contigo.  Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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