III Semana del Salterio
- Primera lectura: Ez 33, 7-9: “Corresponsabilidad con la “suerte” del prójimo”.
- Salmo Responsorial: 94, 1-2.6-9: “Escuchar la voz del Señor con corazón abierto”.
- Segunda lectura: Rom 13, 8-10: “A nadie le deban nada más que amor”.
- Evangelio: Mt 18,15-20: “Corrección fraterna”.
Color: VERDE
«La corrección fraterna»
Entrada
Muy buenas (noches, días, tardes). La liturgia de este Vigésimo Tercer Domingo contempla la recuperación comunitaria del pecador mediante la corrección fraterna. El pecado es una realidad en la comunidad cristiana; pues no es la Iglesia una asamblea de ángeles, seres impecables, sino de hombres y mujeres que, en medio de limitaciones y flaquezas humanas, caminan unidos como hermanos hacia Dios.
Ahora nos disponemos a celebrar la Eucaristía. La presencia de Jesús se nos hará aún más fuerte, primero en la palabra que escucharemos y, segundo, en el Pan y el Vino (convertidos en su cuerpo y su sangre) que recibiremos como alimento de vida eterna.
Primera lectura: Ezequiel 33, 7-9 (Si no hablas al malvado te pediré cuenta de su sangre)
Es imprescindible la corrección fraterna como medio de conversión, realidad que nos anticipa el profeta Ezequiel, en esta primera lectura: “Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre”. Cada cual es responsable de sus actos, pero quien ha recibido de Dios la misión profética tiene la posibilidad y la responsabilidad de advertir a quien comete el mal.
Segunda Lectura: Romanos 13, 8-10 (La Plenitud de la ley es el amor)
Hoy seguimos escuchando, como en los domingos anteriores, las exhortaciones de san Pablo a los romanos. Escucharemos un corto pasaje donde el apóstol afirma que el amor es la síntesis de la Ley entera.
Tercera Lectura: Mateo. 18, 15-20 (El que quiero venir conmigo, niéguese a sí mismo)
Escucharemos un conocido texto del evangelista Mateo donde Jesús afirma su presencia en medio de los que oran y del grupo que se congrega en su nombre. Cada vez que nos reunimos los cristianos Jesús está entre nosotros, presencia que ha de transformar nuestras asambleas y comunidades y nuestras vidas.
A cada petición contestaremos: “Señor, transforma mi vida con tu presencia”
El que preside: Oremos confiado en la promesa de Cristo: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi padre que está en los cielos”.
Para que la iglesia cumpla sin temor la misión, recibida de Cristo, denunciar el mal, que obstaculiza el desarrollo del Reino de Dios en el mundo. Roguemos al Señor.
Para que cuantos ejercen cargos de responsabilidad a todos los niveles en la Iglesia, en la sociedad civil. en la familia sepan aceptar la crítica constructiva, reconociendo los propios defectos. Roguemos al Señor.
Para que quienes se han apartado del buen camino encuentren quien los ayude a volver a Cristo. Roguemos al Señor.
Para que aprendamos a amarnos, corrigiéndonos fraternalmente, y así cumplamos la ley nueva de Cristo. Roguemos al Señor.
El que preside: Señor, Dios nuestro, tú corriges poco a poco a los que caen, y a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti; enséñanos a amarnos y escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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