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  • Primera Lectura. 1 Cor 2, 1-5: “Nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado”.
  • Salmo Responsorial. 118, 97.98.99.100.101.102. “¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!”
  • Evangelio. Lc 4, 16-30:“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.

Apreciados hermanos en Cristo Jesús que es nuestra alegría, muy buenos días.

La humildad y sencillez fueron dos características que puso en práctica Jesús durante toda su vida, y así la enseñó a sus discípulos y desea que nosotros hoy. Por su parte, los de Nazaret, no fueron capaces de reconocer la presencia de Dios entre ellos. Que el Señor nos conceda un corazón manso, humilde y sencillo para acogerle a Él en los más pobres.

Cuando me presenté ante ustedes lo hice de manera humilde con la gracia del Espíritu santo.

No comprendían de dónde un carpintero podía sacar tanta sabiduría y hacer tales milagros por su incredulidad.

Presidente: Dios es Padre de toda gracia y bendición. A Él dirijámonos, conscientes de nuestra debilidad y necesitados de su poder. Oremos diciendo: “Con tu fuerza sálvanos, Señor”.

1.- Por la Iglesia: para que su anuncio del Evangelio siempre esté fundado en la manifestación del Espíritu y de su poder, lejos de toda lógica de poder y de especulación, y que llegue a todos sobre todo a los más débiles y necesitados. Roguemos al Señor.

2.- Por los gobernantes y por los que están al servicio de la sociedad civil: para que busquen con sabiduría y sentido de responsabilidad el bien común de los pueblos quienes han sido confiados que se preocupen por la honestidad la solidaridad con los más pobres y la paz. Roguemos al Señor.

3.- Por los pobres y los oprimidos de todo el mundo: para que las dificultades de la vida no endurezcan su corazón y destruyan el tesoro de la fe y de la esperanza.  Que, en medio de la debilidad, del desconsuelo, de la fatiga, puedan encontrar al Señor Jesús, luz de los corazones y riqueza de la humanidad. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros que celebramos la Eucaristía: para que en el sencillo signo del pan y del vino y en los múltiples pequeños gestos cotidianos, dados y recibidos, sepamos reconocer la presencia de Dios, vivo y verdadero, que ha venido por nosotros y está en camino con nosotros. Roguemos al Señor.

Presidente: Padre de todo consuelo y fuente de la alegría, tú que eres gracias plena y fuente de vida, acoge las súplicas que te dirigimos en nuestra pobreza.  Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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