• Primera lectura: Núm 6, 22 – 27: “La bendición Aarónica”.
  • Salmo Responsorial: 67(66): “Que canten de alegría las naciones”.
  • Segunda lectura: Gal  4,4-7: “De manera que ya no eres esclavo sino hijo”.
  • Evangelio: Lc 2,16-21: “Encontraron al niñito acostado en la pesebrera”.

Solemnidad. Color: BLANCO

Son varias las ideas que enriquecen este día dentro del tiempo litúrgico navideño en que celebramos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: Octava de Navidad, circuncisión y nombre de Jesús, maternidad divina de María, jornada mundial de la paz y comienzo del año civil.  La liturgia nos presenta hoy a la Madre de Dios e esta fiesta que desde el siglo quinto fue la primera fiesta mariana de la Iglesia.  Por su “SI” a la voluntad de Dios, María dio a la luz a la fuente de la gracia.  Por lo tanto, ella es Madre de Dios y Madre de la Iglesia.  Ella es símbolo de la comunidad cristiana, en donde los creyentes, encontramos a Cristo.  Expresemos nuestra fe cantando.

La presencia de Dios en el Antiguo Testamento fue asociada con su Nombre invocada en Bendición.  Estamos bendecidos con la presencia de Cristo en nosotros.  Escuchemos la bendición de Aarón que se nos presenta en la esta lectura.

El regalo relato de la Navidad no es simplemente algo sentimental.  Dios Padre envió a su Hijo para que podamos ser Hijos de Dios.  Cristo nació de María para liberarnos y salvarnos.  Escuchemos esta corta lectura en donde San Pablo habla de la Virgen María.

En el siguiente texto evangélico vemos cómo María guardaba en su corazón todas las cosas del nacimiento de su Hijo.  La Solemnidad de la Maternidad de María, fijada el día primero de enero, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida.  Nos ponemos de pie para cantar el Aleluya antes de escuchar la proclamación del Evangelio.

El que presideCon el alma llena de gozo por la maternidad divina de la Virgen María, dirigimos al Padre, que la ha asociado al misterio de la Redención, nuestra oración filial y confiada. 

Diremos: “Que tu Santa Madre, Señor, interceda por nosotros”.

Por la Santa Iglesia de Dios: para que, al celebrar las fiestas de Navidad, todos sus fieles renazcan a una vida de justicia, de libertad, de amor y de paz. Roguemos al Señor.

 Por todas las naciones del mundo: para que en este nuevo año reine la paz y la justicia. Roguemos al Señor.

Por los hijos y los padres: para que aprendan a escucharse los unos a los otros. Roguemos al Señor.

Por todos los que en otros años celebraban con nosotros estas santas fiestas y han partido de este mundo: para que en el Reino eterno contemplen el rostro de Cristo. Roguemos al Señor.

Por todos nosotros aquí reunidos: para que seamos fieles a Cristo y a nuestro compromiso cristiano durante este nuevo año. Roguemos al Señor.

El que preside: Oh, Dios, principio y fin de las cosas, recibe por medio de María, la Virgen y Madre, la oración confiada de tu pueblo, concédenos que, al celebrar, llenos de gozo, la solemnidad de la Santa Madre de Dios, así como nos gloriamos de las primicias de su gracia, podamos gozar de su plenitud.  Por Jesucristo, nuestro Señor.

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte” (San Alfonso María de Ligorio).

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