• Primera lectura: Ecl 3,2-6. 12-14: “Honrar a padre y madre”.
  • Salmo Responsorial: 127: “Comerás del fruto de tu trabajo”.
  • Segunda lectura: Col 3, 12-21: “Revístanse de sentimientos de compasión”.
  • Evangelio: Lc 2, 22-40: “El niño iba creciendo y fortaleciéndose”.

Fiesta. Color: BLANCO

La fiesta de la Sagrada Familia, durante esta preciosa temporada navideña, es una magnífica oportunidad para la revisión y autocrítica de nuestra vida en familia.  Celebramos el misterio de Cristo Jesús, Palabra de Dios, que al encarnase en la gran familia humana siguió el cause normal de todo ser humano: la familia.  Nació y creció en el seno de una familia concreta, humilde y trabajadora; y allí se fue realizando como persona en el lento aprendizaje de la vida y de las cosas.  Las lecturas nos describen las características que debe tener toda familia cristiana.  El Evangelio relata la Presentación de Jesús en el Templo y sus primeros años en Nazaret.  El milagro de la Navidad nos asegura que también nosotros somos miembros de la familia humana, que Dios enriquece ilimitadamente nuestra vida diaria cuando la vivimos con amor.  Como miembros de la gran familia de Dios, recibamos a los ministros de esta celebración, cantando con entusiasmo.

Esta primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, nos presenta un comentario sobre el cuarto mandamiento de Dios.  Se subraya el agradecimiento humano y religioso que los hijos deben tener para con sus padres y los efectos religiosos y humanos para los que honran sus padres.  Escuchemos bien esta lectura que tiene un mensaje para todos nosotros.  Escuchen con atención.

Como a pueblo de Dios, San Pablo exhorta a la sociedad familiar a que viva según estos criterios: “la misericordia en entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el amor y la paz de Cristo”.  El mismo Cristo nos dio ejemplo y, también la gracia para practicar estas virtudes en nuestra familia.  Pongamos atención a esta carta.

Tomado del Evangelio de la infancia de Jesús según Lucas, leemos hoy la Presentación del Señor en el templo.  Más allá del cumplimiento de la Ley: presentación del primogénito varón al Señor para su rescate y purificación de la madre a los cuarenta días del parto.  En este hecho hay una proclamación mesiánica de Jesús por parte del anciano Simeón y de la profetisa Ana.  Ellos descubren en el Niño la presencia de la Salvación.  Antes de escuchar este pasaje del Evangelio, cantamos el Aleluya.

El que preside: Hermanos, reunidos con la familia de Nazaret, modelo de la humanidad nueva, elevemos al padre nuestra oración para que todas las familias sean lugar de crecimiento en sabiduría y en Gracia.  Diremos: Señor, bendice a nuestras familias.

  1. Por todas las iglesias: para que ayuden a sus familiares a crecer en el amor de Dios y entre ellos mismos. Roguemos al Señor.
  2. Por nuestras familias: para que asuman gozosa y testimonialmente los deberes y derechos de esa vocación y carisma dentro del “santuario doméstico de la Iglesia” que es la familia cristiana. Roguemos al Señor.
  3. Por los que viven en familias separadas o enfrentan situaciones de conflicto: para que experimenten sanación y reconciliación. Roguemos al Señor.
  4. Por todas y cada una de las familias de nuestra parroquia (se menciona el nombre de la parroquia): para que vivan en paz y progresen en el amor y den a los demás testimonio de caridad cristiana. Roguemos al Señor.
  5. Por los jóvenes de nuestras comunidades para surjan las vocaciones que necesitan la Iglesia y el mundo de hoy.  Roguemos al Señor.
  6. Por los difuntos, especialmente los de nuestras familias: para que pronto gocen en la presencia del Padre. Roguemos al Señor.

El que preside: Oh Dios, que, en Jesús, María y José, nos has dado una vida imagen de tu eterna comunión de amor, renueva en las familias las maravillas de tu Espíritu, para que en todas se pueda experimentar tu presencia.  Por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte” (San Alfonso María de Ligorio).

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¡Feliz Navidad!

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