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  • Primera Lectura. II Tim 1, 1-3.6-12: “Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día”.
  • Salmo Responsorial. 122, 1-2a. 2bcd: “A ti, Señor, levanto mis ojos”.
  • Evangelio. Mc 12, 18-27: “No es Dios de muertos”.

Queridos hermanos en la fe, muy buenos días/tardes o noches.

Hoy vemos que San Pablo reconoce su pasado como perseguidor de la Iglesia, pero también enfatiza la misericordia y gracia de Dios que lo ha llamado y transformado en un instrumento útil para su servicio.

pasaje del Evangelio nos invita a considerar la fe en la resurrección y el poder de Dios sobre la vida y la muerte.

Esta enseñanza de Jesús nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia fe en la resurrección y la esperanza de vida eterna que tenemos como creyentes.

En la primera lectura de este día, Pablo se presenta a sí mismo como apóstol de Jesucristo por mandato de Dios, dejando claro que su autoridad y enseñanzas provienen de Dios mismo.

La palabra nos invita a confiar en el poder de Dios para trascender estas limitaciones terrenales y entrar en una nueva dimensión de vida en su presencia.

Presidente: Elevemos al Señor nuestras oraciones y, obteniendo la fuerza que es el don del Espíritu, digamos: “Haznos testigos valientes de tu Evangelio, Señor”.

1.- Por nuestros pueblos: que no olviden sus profundas raíces cristianas, las valoren y las adopten como directrices para poner en marcha políticas cuyo objetivo sea la distribución equitativa de los bienes. Roguemos al Señor.

2.- Por los detenidos: que acojan el perdón misericordioso del Señor, que no rechaza a nadie, y vivan su detención como ocasión de conversión y camino de reinserción en el tejido social. Roguemos al Señor.

3.- Por los que prestan asistencia social: que en las situaciones de precariedad que deben manejar lleven Siempre una palabra de esperanza y ofrezcan sus capacidades con humildad, sin considerar nunca inútiles las tentativas de recuperación, rehabilitación y reinserción. Roguemos al Señor.

4.- Por los monjes y las monjas: que sepan recoger las inquietudes, las angustias y los sufrimientos del mundo y presentarlos ante Dios a través del ofrecimiento de su vida consagrada totalmente a Él. Roguemos al Señor.

Presidente: Que tu gracia obre en nosotros, Señor, para que nuestra vida sea irradiación en el mundo de tu victoria y realización de tus promesas.  Tú que vives y amas por los siglos de los siglos. Amén.

Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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