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  • Primera Lectura. II Sam 12, 1-7a.10-17: “El Señor te perdona tu pecado. No morirás”.
  • Salmo Responsorial: 50, 12-13.14-15.16-17: “Oh Dios, Crea en mí un corazón puro”.
  • Evangelio. Mc 4, 35-40: “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”.

Salados hermanos, al sentirnos abrazados por el amor de Dios nuestro Señor, nos sentimos liberados.

Ayer meditábamos sobre el adulterio y abuso de poder de David. Hoy nos encontramos ante las consecuencias de su pecado. El profeta Natán utiliza una parábola ingeniosa para confrontar al rey y ayudarle a reflexionar sobre el mal provocado.

Los problemas nos ahogan y los vientos parecen no cesar. Solamente cuando nos dejamos calmar por el Espíritu recuperaremos la claridad para pensar y encontrar la paz necesaria para retomar el timón de nuestra embarcación. Jesús transita con nosotros en la barca de la Iglesia y, a pesar de nuestros pecados, nos reconforta enmudeciendo y callando toda tormenta.

El pecado siempre afecta nuestras relaciones interpersonales, sociales y espirituales. Pero podemos decidir el camino del arrepentimiento y del perdón. Esto es sanador y liberador.

Vencer el miedo a través de la fe y reenfocarnos en aquél que mantiene la calma aun en medio de la tormenta

El que preside: Dirijámanos al Padre, presetándole nuestras oraciones, con la certeza que Él siempre cuida de nosotros y sabe lo que más necesitamos.  Invoquémoslo diciendo: “Ten piedad de tu pueblo, Señor”. 

Por la Iglesia, barca que navega entre las tempestades de la historia.  Que sepa ser signo profético, punto de referencia, guía estable de esperanza y de paz para cada hombre.  Roguemos al Señor.

Por los sacerdotes llamados a administrar El sacramento de la confesión.  Que el señor les conceda la convicción y la constancia en el servicio de la escucha y del perdón.  Roguemos al Señor.

Por los países ricos, pero indiferentes ante las grandes miserias y sufrimientos de la humanidad.  Que el Señor suscite en su interior hombres y mujeres capaces de prestar atención a las necesidades de los demás.  Roguemos al Señor.

Por todos nosotros, para que el Señor nos conceda una mirada humilde ante nuestras caídas y aprendamos a reconocerlas con prontitud.  Roguemos al SeñorEl que preside: Padre, ven en nuestro auxilio en medio de nuestra fragilidad y Escucha las intenciones que te hemos presentado.  Te lo pedimos por intercesión de Jesucristo tu Hijo y de la Virgen María.  Amén

Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”

(San Alfonso María de Ligorio).

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