• Primera lectura. Hb 1,1-6: “Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su Palabra poderosa”.
  • Salmo Responsorial: 96,1.2b.6.7c.9: “Adoren a Dios, todos sus ángeles”.
  • Evangelio. Mc 1,14-20:“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”.

Color: BLANCO

Saludos queridos hermanos en el amor de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús comienza su misión con un llamado que es tan poderoso como simple: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”. Esta frase tan familiar es, sin embargo, profunda en su significado. Al invitar a Simón y Andrés a seguirlo, Jesús no solo les está pidiendo que lo acompañen, sino que les está dando una nueva identidad y misión.

Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene el testimonio de Dios.

Ser pescadores de hombres significa participar en la misión de Jesús, traer a otros al Reino de Dios, anunciar la Buena Nueva y vivir como testigos de su amor.

El que preside: A Dios Padre, rico y misericordia, que Perdona y justifica a quien se dirige a Él con humildad y fe, elevemos nuestra oración y digámosle: “Renueva, Padre, la gracia de nuestro bautismo”.

1. Para que todos los bautizados en Cristo, amados y elegidos de Dios, ungidos por el Espíritu Santo, pasemos, como Cristo, haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, roguemos al Señor.
2. Para que los padres cristianos, al presentar a sus hijos para el bautismo, sean conscientes de su responsabilidad de transmitirles la vivencia de su fe, roguemos al Señor.
3. Para que cuantos se sienten oprimidos y habitan en las tinieblas abran las puertas a Cristo, luz de las naciones, roguemos al Señor.
4. Para que nuestros trabajos, quehaceres, obligaciones, cargos, imitemos a Cristo, que no vino a ser servido sino a servir, roguemos al Señor.

El que preside: Escucha, Señor, nuestras oraciones, y concédenos la liberación que Cristo tu hijo nos viene a traer en su nueva Navidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

Lervidiana Castro Hernández/ lervidinacastro@yahoo.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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