P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Estamos en la era digital, en un mundo tecnológico. Ya cualquier persona puede manipular un celular. Incluso, hasta hay niños de dos y tres años, capaces de maniobrar un aparato electrónico con facilidad. Esto significa entonces, que quiérase o no, hoy por hoy dependemos ya de la tecnología, estamos atrapados y conectados con el internet. Tanto es así, que ya se hace difícil encontrar personas que no tengan un mínimo conocimiento en este campo del saber.

Ahora bien, a pesar de los grandes beneficios de vivir en la aldea digital, no podemos negar que hace unos años viene efectuándose el fenómeno de los acusadores, críticos, piadosos y moralistas en las redes. Es decir, las redes sociales se han convertido en el escenario o mejor dicha, la sala donde se va hacer justicia, en el lugar donde aunque una persona no tenga la licenciatura en derecho, ni sea periodista, historiador, sociólogo, etc., es capaz de dar soluciones, opinar de todo sin saber nada, de ofrecer fáciles soluciones mágicas a grandes problemas de nuestra sociedad y además, de crear el espacio donde la gente se solidariza con cualquier situación ocurrida en el mundo, mediante un listón o haciéndose eco de una frase o palabra convertida en un himno.

Sin embargo, cuando observamos a los dolientes digitales, a esos que se presentan en los medios como defensores de la conciencia moral, de la justicia, de los valores fundamentales del ser humano, y como críticos de los problemas y de las dificultades de los demás, todos quisiéramos saber las siguientes preguntas: ¿vivirán así en la vida diaria?, ¿practicarán esos mismos valores en su casa y con sus allegados?

Las cuestionantes surgen, precisamente porque vivimos en un país donde es costumbre la doble moral, en una sociedad que, en muchas ocasiones, exige lo que no da, critica lo que no mejora y ofrece soluciones a problemas de los cuales no sabe nada. Por eso, ante todo hay que implicarse en las situaciones y realidades que viven muchas personas en su cotidianidad, ya que es fácil sugerir, recomendar detrás de un monitor, pero es difícil estar al frente de muchas complejidades que viven una gran cantidad de personas y tener la suficiente sabiduría para saber que hacer en ese momento dado.

Las redes tienen dolientes, mientras que la realidad, no. Por eso hay que seguir preguntando, ¿hay dolientes por la familia, los niños, jóvenes?, ¿quién se compadece de los que sufren y lloran? Porque quejarse por las redes, compartir un video, una foto o una información no es un cambio real, es simplemente un aporte desde la comodidad de la casa, de la oficina o desde un parque comiéndose un helado.

En definitiva, tiene doliente las redes, pero ignorantes el mundo. Y aunque es bonito denunciar, comunicar informaciones graves, para muchos, esconderse detrás de un computador, de un celular y de cualquier aparato electrónico, dará siempre pie a los que viven con la mirada en el cielo pero con el pensamiento en la realidad, a creer que son los hechos que cambian cualquier nación y no la ideas que luego se vuelven planetas.

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