Lunes, 18 de septiembre del 2023

Color: VERDE

  • Primera Lectura. I Tim 2, 1-8: “Te ruego, lo primero de todo, que hagan plegarias, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres”.
  • Salmo Responsorial. 27, 2.7.8-9: R/. Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante”.
  • Evangelio. Lc 7, 1-10: “Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo”.

Jesús se quedó admirado

Primera lectura: I Tim 2, 1-8

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo

Querido Hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagan plegarias, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en el mundo, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos.

 Este es el testimonio en el tiempo apropiado, para él estoy puesto como anunciador y apóstol, -digo la verdad, no miento- maestro de los paganos en fe y en verdad. Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 27, 2.7.8-9

R/. Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante

Escucha, Señor, mi voz suplicante cuando te pido auxilio y levanto las manos hacia tu santuario. R/.

El Señor es mi fuerza y mi escudo, en él confía mi corazón; él me socorrió y mi corazón se alegra y le canta agradecido. R/.

El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su ungido. Salva, Señor, a tu pueblo y bendice tu heredad; sé su pastor y llévalos siempre. R/.

Evangelio: Lc 7, 1-10

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. 

Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga”. 

Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve», y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace”. Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”. Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor

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