Santo Tomás, Apóstol
Miércoles, 3 de julio del 2024
Color: ROJO
- Primera Lectura. Ef 2, 19-22: “Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular”.
- Salmo Responsorial. 116, 1-2: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”.
- Evangelio. Jn 20, 24-29: “¡Señor mío y Dios mío!”.
“La verdadera fe radica en la confianza y en la aceptación de su Palabra”
Primera Lectura: Ef 2, 19-22
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios
Hermanos: Ya no son extranjeros ni forasteros, sino que son ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.
Por él, todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él, también ustedes se van integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 116, 1-2
R/. Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio
Alaben al Señor, todas las naciones, aclámenlo todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R/.
Evangelio: Jn 20, 24-29
Lectura del Santo Evangelio según San Juan
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a ustedes”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Palabra del Señor
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.
(San Alfonso María de Ligorio).
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