Domingo, 12 de mayo del 2024
- Primera Lectura: Hch 1, 15-17.20a.20c-26: “Hace falta que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección”.
- Salmo: Sal 102, 1-2.11-12.19-20: “El Señor puso en el cielo su trono”.
- Segunda Lectura: 1 Jn 4, 11-16: “Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”.
- Evangelio: Jn 17, 11b-19: “Padre, que sean uno como nosotros”.
Color: BLANCO
“Permanecer en el amor”
Primera Lectura: Hch 1, 15-17. 20a. 20c-26
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y dijo (había reunidas unas ciento veinte personas):
—«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, que hizo de guía a los que arrestaron a Jesús. Era uno de nuestro grupo y compartía el mismo ministerio.
En el libro de los Salmos está escrito: «que su cargo lo ocupe otro».
Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión».
Propusieron dos nombres: José, apellidado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezaron así:
—«Señor, tú penetras el corazón de todos; muéstranos a cuál de los dos has elegido para que, en este ministerio apostólico, ocupe el puesto que dejó Judas para marcharse al suyo propio».
Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 11-12. 19-20ab (R.: 19a)
R. El Señor puso en el cielo su trono.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R.
Segunda lectura: I Jn 4, 11-16
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Palabra de Dios
Evangelio: Jn 17, 11b-19
Lectura del santo evangelio según san Juan
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
—«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad».
Palabra del Señor
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.
(San Alfonso María de Ligorio).
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