Color: MORADO.  IV Semana del Salterio

  • Primera Lectura. Ez 47, 1-9.12: “Me hizo salir por la puerta del Norte y me dirigió por fuera a la puerta exterior que mira al Levante”.
  • Salmo Responsorial: 45, 2-3.5-6.8-9: “El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob”.
  • Evangelio. Mt 18, 21-35:“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

Lectura del Profeta Ezequiel

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor. Del zaguán del templo manaba agua hacia Levante —el templo miraba a Levante—, el agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me hizo salir por la puerta del Norte y me dirigió por fuera a la puerta exterior que mira al Levante, el agua iba corriendo por el lado derecho.

El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia levante. Midió mil codos y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta los tobillos! Midió otros mil y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas! Midió otros mil y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! Midió otros mil. Era un torrente que no pude cruzar, pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era un torrente que no se podía vadear. Me dijo entonces: «¿Has visto, hijo de Adán?» A la vuelta me condujo por la orilla del torrente. Al regresar, vi a la orilla del río una gran arboleda en sus dos márgenes. Me dijo: «Estas aguas corren a la comarca de Levante, bajarán hasta el Arabá y desembocarán en el mar, el de las aguas pútridas, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida, y habrá peces en abundancia; al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Palabra de Dios

R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos, aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar. R/.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila, Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Vengan a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra. R/.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesdá. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, que aguardaban el movimiento del agua.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar».

Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?» Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Palabra del Señor

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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