• Primera lectura. 2 Re 5, 1-15a: “Ahora reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”.
  • Salmo Responsorial. 41, 2.3; 42.3.4: “Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?”.
  • Evangelio. Lc 4, 24-30: “Les aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”.

Color: MORADO

“Es difícil la vida del profeta”

Primera lectura: 2 Re 5, 1-15a

Lectura del Segundo Libro de los Reyes

En aquellos días, Naamán, General del ejército del rey de Siria, era un hombre que gozaba de la estima y del favor su señor, pues, por su medio, había dado el Señor la victoria a Siria. Pero este gran guerrero era leproso.

En una de las correrías, una banda de sirios había traído cautiva de Israel a una jovencita, que pasó al servicio de Naamán. Dijo ella a su señora: –«Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaria: Él lo libraría de la lepra».

Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo: – «Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel». Y el rey de Siria contestó: – «Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel”.

Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía: – «Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra».

Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó las vestiduras, diciendo: -«¿Soy yo un dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Dense cuenta y verán cómo está buscando querella contra mí».

Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran: – «¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel”.

Llego Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle: – «Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».

Naamán se puso furioso y se marchó diciendo: – «Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abana y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio». Dándose la vuelta, se marchó furioso.

Sus servidores se le acercaron para decirle: – «Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio!”» Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio.

Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando: – «Ahora reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 41, 2.3; 42.3.4

R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?

Como busca la cierva corriente de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. R/.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. R/.

Evangelio: Lc 4, 24-30

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas

Vino Jesús a Nazaret, y dijo al pueblo en la sinagoga: – «Les aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Puedo asegurarles que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor

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