Estamos celebrando el primer domingo del tiempo de cuaresma, sin dudas, una oportunidad para auto-evaluarnos, estudiar nuestro modo de ser y dentro de lo posible proponernos metas y disponernos a tener una cuaresma con propósitos. El camino cristiano es exigente y muy dinámico en su devenir y en su realidad concreta. Cada cuaresma nos debe acercar más a Dios y por lo tanto ser mejores personas, viviendo a plenitud nuestra experiencia de fe y encuentro con el Todopoderoso.  

Por su parte el Evangelio nos dice: “En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre”. EL Espíritu conduce a Jesús al desierto, este es entendido en su doble vertiente, primero el desierto físico, simbolizado por la aridez, resequedad, poca posibilidad de vida y el desierto espiritual, que es caracterizado por la confianza, la donación, la providencia y el abandono en Dios.

  El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús no tenía dudas de que él era el hijo de Dios, como hijo de Dios actuaba y daba a entender su firmeza en sus palabras y en su actuación, por eso es capaz de contestarle diciendo: “Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.  Estaba convencido que no necesitaba del pan material para seguir viviendo, pues, tenía cuarenta días y cuarenta noches en el desierto sin comer.

 Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Con esta frase demuestra Jesús que él es Dios y con argumento contrarresta las pretensiones del demonio para que él callera en las tentaciones que como un caramelo apetecible pero envenenado él le ofrecía sin más. De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. Hasta ese momento Jesús con decisión firme ordena a Satanás que se aparte de su vista, pues Satanás quería ocupar en él el puesto que tenía Dios en la vida de Jesús, no es secreto que el único merecedor de alabanza y adoración es Dios, nadie más. Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. En lugar de Jesús servirle a Satanás y dejarse seducir por él, los ángeles se acercan a Jesús y se ponen a entera disposición de él y le servían.

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