Viernes, 12 de enero del 2024
Color: VERDE
- Primera Lectura. I Sam 8, 4-7.10-22a: “Samuel oyó lo que pedía el pueblo y se lo comunicó al Señor”.
- Salmo Responsorial: 88, 16-17.18-19: “Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”.
- Evangelio. Mc 2, 1-12: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”.
“Dejemos que la fe, la compasión y el poder transformador de Dios nos restaure y transforme”
Estamos en un momento trascendente y crucial para el pueblo de la alianza. Debe decidir tener a Dios como gobernante a través de jueces o profetas o seguir los mismos pasos de los pueblos circundantes que tienen un rey humano como líder. A pesar de las advertencias de Dios, el pueblo prefiere realizar un cambio y dirige su mirar hacia un gobierno tradicional sustentado sobre liderazgos meramente humanos. A pesar de la tensión del momento y de la falta de confianza del pueblo hacia su Dios, este solicita a Samuel para que acceda a las peticiones de la gente a pesar de saber de las opresiones, explotaciones y luchas de poder que le vendrán en el futuro. Dios respeta nuestras decisiones.
Así somos los seres humanos, prestos a dejarnos arrastrar por nuestros deseos y por lo que nos tienta. Esta es nuestra tendencia. Pero a pesar de las decisiones tomadas, Dios continuará acompañando al pueblo en sus luchas y hasta en los momentos donde le dará las espaldas. Nosotros también solemos querer soluciones rápidas y fáciles para buscar salidas a nuestras dudas, incertidumbres y problemas. Nos dejamos seducir por lo que hacen nuestros vecinos y por el poder de los “reyes terrenales”.
Pero el mensaje del Evangelio para hoy nos conecta con el deseo también humano de buscar soluciones con sacrificios. Los amigos del paralítico toman la mejor decisión: suben al techo, abren un agujero y lo bajan frente a Jesús. Se trata del esfuerzo de un grupo cuya fe sabe ir contra la corriente y depositan al inmovilizado amigo a los pies del maestro. Sin embargo, también es de humanos dudar, cuestionar las capacidades de las demás personas y fiarnos en nuestras propias fuerzas y expectativas como lo testifican las reacciones de algunos de los presentes en esa casa. Pero Jesús hace lo correcto y perdona los pecados para luego sanar el cuerpo.
De la misma manera el mensaje espiritual nos desafía a repensarnos y a mirarnos desde la fe del resucitado. ¿Realmente creo en la fuerza espiritual del amor de Jesús? ¿Le permito actuar en los míos y en mí mismo sin trabas? ¿Prefiero guiarme de las voces vecinas y deseos de los no creyentes? Confiemos primero en el Dios de la vida. Hagamos el esfuerzo de subirnos al techo, abrir hueco, bajar de las alturas y postrarnos a los pies del maestro. Dejemos que la fe, la compasión y el poder transformador de Dios nos restaure y transforme. Confiemos en los mandatos del Dios por encima de los deseos y anhelos carnales de los reyes de este mundo. Confiemos en la oración como camino de santidad.
(Guía Litúrgica)
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Homilía: II Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo B
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