Especial de ADVIENTO
Miércoles, 20 de noviembre del 2024
- Primera lectura. Ap 4,1-11: “Día y noche cantan sin pausa: «Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir”.
- Salmo responsorial. 150,1-2.3-4.5-6: “Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo”.
- Evangelio. Lc 19,11-28: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
Color: VERDE
«No escondamos nuestros talentos. No los enterremos. No los congelemos”
Una cosa debe quedarnos clara: El Señor es exigente. No soporta a aquellos que se quedan inmóviles, incapaces de decidirse, de arriesgarse, de comprometerse. Seguir al Señor exige riesgo y compromiso. Exige que salgamos de nuestra comodidad para poner a producir los talentos que Él, por su infinita misericordia, nos ha dado y confiado. Y máxime sabiendo que tendremos que rendir cuentas de ellos, como nos lo presenta el Evangelio de hoy.
El empleado inútil del que nos habla el Evangelio, no sólo era inútil, sino que también era haragán e irresponsable. Su haraganería e irresponsabilidad le impedía ir al banco a depositar la onza de oro de su amo y señor, y prefirió guardarla en su pañuelo. ¡Cuánta ignorancia!
En el momento que Dios pensó crearnos a cada uno de nosotros nos entregó dones y carismas que nos harían únicos. El Señor nos ha concedido su propia “onza de oro”. Nos ha dado y confiado algo valioso para poner al servicio de los demás. Algunos se hacen conscientes sobre esto y se entregan en cuerpo y alma por la causa del Reino, y otros vamos por la vida con una indiferencia pasmosa “viviendo la vida loca”.
La Palabra hoy nos llama a hacernos conscientes de las cualidades que Dios depositó en nosotros, no sólo para que nos adornaran o las exhibiéramos sino para que las hiciéramos efectivas hacia los demás.
No escondamos nuestros talentos. No los enterremos. No los congelemos. No los guardemos. No es eso lo que quiere ni espera el Señor de nosotros. ¡Hay tanto qué hacer!
Pidámosle al Señor que nos dé la valentía de salir de nuestro letargo o de nuestra zona de confort y nos conceda la fuerza y la determinación de lanzarnos para ir a su encuentro: amando, sirviendo y compartiendo con el necesitado. Empecemos en casa. Revistámonos de humildad y nuestro talento convirtámoslo en unidad familiar que debe traernos la paz que todos necesitamos. ¡Apoyémonos como familia en la oración diaria del Padre Nuestro!
¡No queremos ser obreros inútiles en la viña del Señor! ¡Qué cuando Tú llegues, Señor, ¡nos encuentres negociando y multiplicando tus talentos! ¡Ayúdanos, Señor!
(Guía Mensual)
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