Especial de ADVIENTO

  • Primera lectura. Ap 5,1-10: “Eres digno de recibir el rollo y de abrir sus sellos”.
  • Salmo responsorial. 149,1-2.3-4.5-6a.9b: “Nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes”.
  • Evangelio. Lc 19,11-44: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!”.

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¡Cuántos de nosotros estamos deseosos y anhelantes de paz!

Paz en nuestro ser interior; paz en nuestra familia; paz en nuestro entorno laboral y estudiantil, paz en nuestro país, paz en nuestra Iglesia… ¡Paz en este mundo convulsionado por tantas guerras y conflictos!

Así como Cristo lloró al acercarse a su pueblo y verlo cómo estaba, sabiendo que iba a ser destruido por culpa del pueblo mismo, que no sabía percibir ni valorar la llamada de Dios, así también llora cuando ve la falta de paz que reina en nuestro corazón y en nuestra propia familia por falta de la vivencia de auténticos valores que nos acerquen más a Dios siendo disciplinados. Es como si los valores humanos y cristianos estuvieran también ocultos a nuestros ojos.

Ya en una ocasión Jesús lamentaba que Jerusalén no supiera percibir ni acoger la visita de Dios. Ahora, en este pasaje, es lo mismo. Anuncia la destrucción de su pueblo y proclama: “vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra”. En efecto, 40 años después, en el año 70, Jerusalén fue cercada, invadida y destruida por los ejércitos romanos.

¿Y hoy? ¿Acaso no se cierne sobre nosotros un cerco peligroso que atenta no sólo contra la paz personal sino hasta contra nuestra paz familiar y por ende la paz social?

La violencia intrafamiliar, el fraternicidio, la amenaza de legalización del aborto, el libertinaje sexual, la drogadicción, la corrupción a todos los niveles, la falta de oportunidades para un trabajo digno, los antivalores, la delincuencia rampante, la criminalidad, son elementos que nos cercan e invaden cual escuadrón de ejército que amenaza destruir nuestra dignidad humana.

Jesús con pena y tristeza nos dice: “¡si comprendieras lo que conduce a la paz!”. Y se nos hace tan difícil comprender. No comprendemos porque no queremos ver. No vemos porque olvidamos o ignoramos que sólo Cristo reinando en nuestro corazón puede traernos paz. La paz vivida en el amor de Cristo se traduce en entrega a los demás. La paz es fruto del amor, del perdón y de la comprensión y aceptación del otro.

Qué Jesús nos ayude a vivir la oración permanente en nuestra familia como un valor, para que ésta fomente la unidad entre nosotros; la unidad nos lleve a profesarnos amor, el amor nos conduzca a vivir la aceptación del uno con el otro; la aceptación nos haga experimentar paz entre nosotros, esta paz la reflejemos a los que nos rodean y nos convirtamos en fermento para que otros sientan lo mismo y así podamos cambiar al mundo al cambiar nuestras familias.

¡Qué Jesús nos ayude siempre a comprender lo que conduce a la paz!

(Guía Mensual)

Lecturas: Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B

Moniciones: Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B

Homilía 1: Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B

Homilía 2: Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B

Homilía 3: Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B

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