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  • Primera Lectura. Sab 2, 23–3,9: “Los que confían en él conocerán la verdad y los fieles permanecerán con él en el amor; porque sus elegidos encontrarán gracia y misericordia”.
  • Salmo Responsorial. 33, 2-3.16-17.18-19: “Bendigo al Señor en todo momento”.
  • Evangelio. Lc 17, 7-10: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

El Evangelio de hoy nos habla e invita al servicio. El Señor nos conoce muy bien. Sabe que humanamente nos gusta ser reconocidos; que se nos agradezca por el trabajo realizado en cualquier ámbito. Cada uno de nosotros, de acuerdo con nuestra vocación, hemos sido llamados a realizar alguna labor en la Viña del Señor y sabemos que “donde Dios me ponga tengo que florecer”. Todo lo que hagamos en esa viña, en la que el Señor nos ha plantado, no es con miras a una recompensa en este mundo sino porque queremos ser fieles cumplidores de la misión que se nos ha encomendado.

Quien asume conscientemente la misión que el Señor le ha encomendado lo hace con gusto y sin esperar recompensas a cambio. Cumplir lo que nos corresponde cumplir en el trabajo, en la casa y la familia, en la comunidad, no tiene por qué requerir de nosotros reconocimiento. La satisfacción, el regalo, la recompensa y sobre todo el provecho lo lograremos en la medida en que realicemos más de lo que se nos ha mandado; es decir, haciendo lo que me corresponde, pero poniendo ese toque de amor, de entrega y de sacrificios. Por ejemplo, si debo realizar los quehaceres del hogar no debo hacerlos quejándome todo el día de que nadie me ayuda. Si la madre ayuda a los niños con su tarea escolar no debe presentarse como una mártir que no recibe la ayuda de su marido.

En el pasaje evangélico para hoy Jesús nos muestra que hacer lo que se nos ordena no tiene ningún mérito como lo tiene el hacer lo que se nos ordenó y “algo más”. Este “algo más” es tener iniciativa, tomar la delantera, aportar ideas, ser proactivos en la familia, en el trabajo, en la comunidad. Es pasar de lo inútil a lo útil, a lo necesario; en definitiva, es tener visión. La visión nos llevará a realizar algo más de lo que nos toca. No debemos hacer las cosas para merecer el apoyo, la aprobación, la promoción o el elogio, sino simplemente para demostrar que pertenecemos a Dios.

Mucha gente piensa que, por el hecho de trabajar para el Señor, sirviendo a la Iglesia, es una garantía para que Dios nos proteja en el momento de dificultad. No logran entender que es aquí donde se cumple plenamente: “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío” (Lc 14,27)

El Evangelio nos recuerda que simplemente somos unos “pobres siervos” que sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer; y que nuestra recompensa son las promesas de Dios descritas en la primera lectura de hoy: “En cambio, la vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el tormento; porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí”.

Jesucristo no sólo nos dice que hay que cumplir con todo lo que Él nos manda, sino que nos invita a hacerlo con humildad y con sencillez. Como con humildad y sencillez nos pide a los padres formar a nuestros hijos en sus enseñanzas (Ef 6, 4).

Conocer la voluntad de Dios y hacer lo que Dios quiere de nosotros, es el camino de la vida, es la alegría y el privilegio del cristiano. Pero esto no se logra sin contemplar a Cristo que se hizo siervo de todos nosotros para salvarnos.

Crezcamos en humildad para que el servicio que prestemos a Dios, donde quiera que nos toque, sea agradable a Él y podamos estar conscientes de que “somos unos pobres siervos, sólo hacemos lo que tenemos que hacer”.

(Guía Litúrgica)

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