• Primera lectura: 1Re 17,10-16: No faltaron en la casa la harina ni el aceite. 
  • Salmo Responsorial: 145,7-10: El Señor sustenta al huérfano y a la viuda.
  • Segunda lectura: Heb 9,24-28: Cristo trae la salvación.
  • Evangelio: Mc 12,38–44: Esta viuda pobre ha dado más que esos otros.

Color: VERDE

El Evangelio que hoy se proclama es uno de los más sencillos y a la vez más cargado de ternura. En él, es interesante ver la actitud que toma Jesús. A veces la vida nos pasa como un torbellino y no nos damos el tiempo para observar y contemplar lo que sucede a nuestro alrededor.

Jesús observa lo que ocurre en el templo. Lo que acontece no es algo que sea fuera de lo común; sin embargo, el rito de llevar las ofrendas al templo es cumplir con la ley, un signo que podría ser muy vanidoso y donde los que poseían más llevaban cuantiosas ofrendas para que el resto mirara lo que ellos hacían.

Es aquí donde Jesús coloca su mirada: en una pobre viuda. Ser mujer en este contexto y más aún ser viuda la colocaba en el último escalafón de la sociedad. Aquella mujer pasaba desapercibida en medio de la multitud. La mujer echó dos moneditas de muy poco valor. -Jesús debió haber estado muy cerca de esta mujer para darse cuenta que solo echó “dos reales”. ¡Jesús siempre está cerca de los pobres!

Jesús nos invita a preguntarnos: ¿dónde situamos hoy nuestra mirada? ¿De quién nos admiramos? ¿A qué cosas le damos valor?

Jesús, luego de mirar el gesto de aquella viuda, tomando conciencia de su pobreza y la donación total de su ofrenda, les dice a los discípulos: «Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». ¡No tenía nada más y dio todos sus recursos!

Desde aquí nuevamente Jesús nos exhorta a preguntarnos: ¿Hacemos de nuestra vida una donación total, poniendo todas nuestras capacidades y habilidades, todo nuestro ser en la construcción del reino construyendo una mejor familia para la sociedad?

Hoy aprendemos que, a los ojos de Jesús, el monto de lo que se ofrece en la limosna no cuenta, sino lo que este significa en desprendimiento y generosidad. El amor es el que hace importante lo pequeño. Al Señor le agradan los gestos, los pequeños detalles, como que vayamos a saludarle al entrar a una Iglesia o pasar frente a ella, como también el esfuerzo para llegar puntuales a la misa, a guardar recogimiento al estar en su presencia, orar en familia para fomentar la unidad entre sus miembros… ¡rezar y meditar juntos todos los días la oración del Padre Nuestro que Cristo nos enseñó! Así de sencillo ejercitamos el apostolado de las cosas pequeñas. Insistimos: rezar juntos, en familia, el Padre Nuestro todos los días no cuesta nada, pero vale mucho para nosotros mismos, para nuestra familia, para nuestra Iglesia, para nuestra sociedad.

(Guía Litúrgica)

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