• Primera lectura: Sb 6, 12-16: La sabiduría sale a tu encuentro si la buscas.
  • Salmo Responsorial: 62, 2-8: Mi alma está sedienta de ti.
  • Segunda lectura: 1Tes 4, 13-18: Queremos que vivan animados por la esperanza.
  • Evangelio: Mt 25 ,1-13: Permanezcan en vela.

Color: VERDE

Neptalí Díaz Villán

En algunas comunidades cristianas se corrió el rumor de una segunda venida de Cristo, la llamada Parusía. Para nosotros puede sonar a cosa del pasado, aunque algunos “inocentes” en pleno siglo XXI siguen esperando que en cualquier momento llegue la Parusía y ellos sean arrebatados por una nube al encuentro del Señor. ¡Claro! Según estos grupos pseudo religiosos, sólo tendrían derecho a disfrutar de este acontecimiento los de su iglesia, que es la verdadera; jamás los inconversos ateos o falsos profetas de otras denominaciones religiosas.

Para algunos cristianos primitivos, la segunda venida iba a ser inminente y, despreocupados de esta vida sin trabajar, esperaban ser arrebatados para vivir como los ángeles.

Pero el tiempo pasaba y en vista de que no llegaba la tal Parusía, muchos se desanimaron y algunas comunidades se dispersaron. Los escritores que habían apoyado esta postura, se vieron obligados a hacer otra interpretación y animar  a las comunidades a vivir alerta, enfrentando el mundo y trabajando con esperanza. Así lo hizo el mismo Pablo, que en la primera carta a los Tesalonicenses (primera lectura) se mostró en espera de la Parusía, pero después, en la segunda carta, los exhortó a poner atención a la vida presente: “porque oímos que algunos de ustedes andan desordenadamente no trabajando en nada sino entreteniéndose en lo ajeno. A los tales les mandamos y exhortamos, por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan…” (2Tes 3,11ss).

Mateo, por esa misma línea, lo hace esta vez con la parábola de las 10 doncellas. La parábola empieza mostrando el ritual de bodas entre los judíos del siglo I: cuando llegaba el novio empezaba la fiesta amenizada por música y bailarinas, las amigas de la novia, o las doncellas. Los autores bíblicos utilizan con mucha frecuencia la figura de una boda para comparar la relación de Dios con su pueblo. Las comunidades cristianas están representadas por las diez vírgenes que esperan al novio, entre las que hay miembros sensatos y necios. Jesucristo es representado por el novio y con él, todas las esperanzas de alegría, felicidad y vida eterna.

Después de 20 siglos, nosotros, medianamente cuerdos, ya no vivimos a la espera de una venida inminente de Cristo, para ser arrebatados por una nube de manera que dejemos este “mundo cruel” y pasemos a vivir en el nirvana. Hoy ya hemos comprendido que la venida del Señor es ya, que el Reino de Dios está entre nosotros y que cada uno debe comprometerse para hacerlo realidad.

En este orden de ideas, el Evangelio no es una herramienta del socialismo ni del individualismo. Es sencillamente una luz para que el ser humano piense, reflexione sobre su vida; descubra sus debilidades y fortalezas, sus amenazas y oportunidades, de manera que pueda encaminarse hacia su realización plena, hacia su felicidad.

A este fragmento del Evangelio se le puede hacer una lectura desde la ideología individualista y decir que cada uno labra solo su propio destino y que es absolutamente imposible tratar de cambiar el rumbo de la historia. Que así como las vírgenes necias merecieron quedar por fuera del banquete por no tener cada una su lámpara con buena provisión de aceite, quienes no dan la talla, quienes no tienen la capacidad para enfrentar solos este mundo de competencia, pues de malas, quedan excluidos; así es la vida. Asimismo se le puede hacer una lectura desde el socialismo o el comunitarismo y decir que el aceite de las vírgenes necias se apagó porque alumbraba solamente el camino individual y no se compartía. Que quien tenga su aceite para iluminarse así mismo, entonces quedará por fuera del banquete.

Vale recordar que el camino de Jesús se hace necesariamente en comunidad; pero no nos podemos olvidar de que también somos individuos con características muy propias. Una comunidad y la sociedad en general, se componen de individualidades y sólo con individuos comprometidos y eficaces podemos organizar comunidades que construyan el Reino de Dios.

Si la vida comunitaria se lleva a tal extremo que opaque al individuo se cae en el comunitarismo, en la uniformidad, en la muerte de la persona como sujeto. La estructura comunitaria facilita para que algunas personas se escuden en ella y no respondan por nada. Algunos viven de manera mediocre y a expensas de la comunidad, dan lo mínimo, pero exigen lo máximo. Eso desanima muchas veces a quienes se comprometen más pues se crea la sensación de que se trabaje mucho o poco, todos tienen los mismos derechos. De ahí que Winston Churchill calificara el socialismo como la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la prédica de la envidia.

Pero el individualismo no puede hablar muy fuerte porque tiene rabo de paja. Los estragos del individualismo saltan la a la vista. La total ausencia de compromiso social y la indiferencia ante el sufrimiento humano hace que en nuestro mundo cerca de mil millones de seres humanos padezcan de hambre (Cruz Roja Internacional, Informe del 23 de septiembre de 2011). La avaricia ha hecho que por el afán de lucro nuestra misma pervivencia en este planeta esté amenazada y quienes más responsabilidad tienen son los que menos quieren comprometerse a cuidarlo. Por eso hay quienes están proponiendo un límite a la acumulación individual de riqueza: “En un mundo en el cual los bienes son escasos tiene que existir un límite a la acumulación privada. Los ricos no pueden serlo más allá de tal límite sin ser responsables por la mayor pobreza de los pobres. Pasar tal límite equivale a despojar a otros… La desigualdad, causada por la acumulación sin límite, es el monstruo real.”[1]

Para enfrentar este mundo con su realidad económica, social, política, ecológica, ideológica, etc., cada persona debe estar preparada y hacer su trabajo. La comunidad o la familia juegan un papel importante, pero a cada uno le corresponde tener aceite de reserva, actitudes de amor y de servicio, esfuerzo personal y entrega generosa, y dar lo mejor para su realización personal. Existen cosas que no se pueden prestar, porque sencillamente es imposible: un maestro le puede enseñar a su alumno, pero no puede por arte de magia transmitirle el conocimiento a su cerebro sin que este trabaje para aprender. Una familia o comunidad pueden enseñarles valores a sus miembros pero sin el esfuerzo personal no aparecen individuos virtuosos y en el momento de la prueba ante el mundo, no pueden responder el papá, el amigo, el hermano, nadie. “Te puedo enseñar a nadar, no puedo nadar por ti; te puedo enseñar a amar, no puedo amar por ti…”

Para nuestro desarrollo individual no contamos con todo el tiempo y todo el espacio, tenemos un tiempo y un espacio limitados. Nuestro tiempo y nuestro espacio se acabarán en algún momento, tal vez en el menos esperado. “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, decían nuestros viejos. Si nos descuidamos, de pronto ya somos viejos y no hemos hecho nada. Posponemos compromisos, trabajos, proyectos, decisiones, cambios que debemos hacer para ser mejores, para proteger y hacer crecer la vida.

Podemos decir que por mala suerte, el novio llegó precisamente cuando las doncellas necias estaban buscando el aceite. Que por buena o mala suerte a alguien le va bien o mal en la vida. Que por buena o mala suerte le fue bien o fracasó en el amor. Pero no es cuestión de buena o de mala suerte, es cuestión de buena o mala utilización de la facultad de pensar, con prudencia o con necedad. Aquello de la suerte es un mecanismo de distracción para tratar de justificar las fallas y no asumir responsabilidades.

Todo ser humano tiene la facultad de pensar, pero no todos la utilizan bien. Cualquiera puede, como dice la primera lectura, buscar la sabiduría y ella saldrá a su encuentro. El sabio no es tanto el que mucho sabe, sino el que saborea la vida porque utiliza bien su inteligencia. Es el que entiende su necesidad de Dios y lo busca, como busca la cierva corrientes de agua (Sal 41), presente en los hermanos y en el devenir de su historia mortal. Cuidado hermanos, no es por asustarnos y generar terror, pero sencillamente es necesario tomar la vida en serio, confiar en Dios, pero actuar con inteligencia para que no se acabe el aceite. Aquí nos jugamos la vida, podemos tirarla y convertirnos en seres despreciables o aprovecharla y convertirnos, con gracia de Dios, en verdaderas obras de arte, dignas de admirar, testimonio de fe y de amor.

“No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio, ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que –casi libre y soberano artífice de ti mismo- te plasmaras y te esculpieras en la forma que hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás –de acuerdo con la decisión de tu voluntad – regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas.”[2]

Ojalá podamos dar lo mejor como personas, como individuos. Aprovechar al máximo toda la riqueza, todos los dones y carismas, todas las cosas bellas que tenemos, todo el aceite del que nos ha dotado el creador. Ojalá que aprendamos a tener siempre nuestras lámparas encendidas y con suficiente aceite, sabiendo que una luz será más luz, encontrará su plenitud en la medida que se gaste iluminando a muchos. Ojalá podamos compartir generosamente para que otras personas tengan la oportunidad de promoverse, de crecer, de sentirse útiles a la sociedad según sus facultades, sus múltiples inteligencias. Así podremos participar todos del gran banquete del reino, de una vida digna, con las necesidades humanas satisfechas, colmadas y con una constante apertura a nuestro prójimo y al amor de Dios Padre y Madre que se nos da a manos llenas. Con una actitud vigilante ante los peligros que amenazan la vida, ante las oportunidades que ella misma nos ofrece, ante los continuos retos que la realidad nos presenta, sabiendo que contamos con la constante gracia del Espíritu.

Oración

Padre, gracias porque en medio tantas realidades, de luces y de sombras, de placeres y dolores, de alegrías tristezas, tu Espíritu siempre nos anima a vivir en la esperanza. A creer que es posible vivir dignamente, en paz, en armonía, en justicia y derecho. Te pedimos que no nos dejes caer en la tentación de la desesperanza, del pesimismo, de la envidia, de la mediocridad que nos lleva al fracaso como personas y como comunidad. Te pedimos que no nos dejes caer en la tentación del egoísmo, del individualismo, del afán del lucro y la avaricia que causa tanto daño a la humanidad y frustra nuestra vida.

Llénanos de ti. Llénanos de tu amor, de tu Espíritu, de gracia. Despierta continuamente nuestras mentes y nuestros corazones para estar siempre alerta y listos para actuar movidos por tu Espíritu. Colma nuestras lámparas de un aceite generoso y duradero, a fin de que, llenos de alegría, podamos ver con claridad nuestro camino y brindemos luz a los demás. Que juntos podamos descubrir la riqueza de la vida, iluminar nuestros senderos y caminar con la esplendidez de tu gracia. Amén. Que podamos experimentar, disfrutar y comunicar la vida abundante que tú nos das a manos llenas. Amén.

XXXI Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A

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[1] Guardiola-Rivera Oscar. Un verdadero monstruo. El Espectador 20 de septiembre de 2011

[2] Pico dellaMirandola. DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE.

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