Memoria Obligatoria: San Carlos Borromeo, Obispo
Lunes, 4 de noviembre del 2024
- Primera lectura. Fil 2, 1-4: “No se encierren en sus intereses, sino busquen todos el interés de los demás”.
- Salmo responsorial. 130,1.2.3: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”.
- Evangelio. Lc 14,12-14:“Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos”.
Color: BLANCO
«Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”
Cuando nos dejamos encontrar por Cristo y nos dejamos transformar por su amor, se produce en nosotros una nueva forma de vivir. Ya no somos los mismos. Ya no somos igual que antes. Las lecturas de hoy son una clara invitación a vivir unidos como hermanos “de acuerdo a un mismo amor y un mismo sentir” (Fil 2,2b). Las rivalidades y ostentación están llamadas a dar paso a la humildad en nuestro trato con los demás, así se cumple la antífona que acompaña al salmo para hoy: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”.
Así mismo, el Evangelio, es una invitación al desprendimiento y a la generosidad, pero sobre todo es una muy buena ocasión para que cada uno de nosotros nos preguntemos acerca de la motivación, el interés o lo que buscamos con lo que hacemos. El Evangelio será siempre una invitación para dar lo que se tiene. Pero no solamente eso, sino también será una continua invitación a darnos a los demás.
La vida cristiana es una constante entrega a la vida de los demás, porque es ahí donde descubrimos la verdadera felicidad que nos permite experimentar el paso de Dios en nosotros. Y ese es el llamado que recibimos en el Evangelio de hoy: una invitación a vivir la generosidad y la entrega a los demás; porque fácilmente nos rodeamos de aquellos que nos dan la razón siempre, a los que les gusta lo que hacemos; a los que nos llenan los oídos de piropos y buenas palabras; y caemos entonces en la tentación de centrarnos en nosotros mismos y sentirnos superiores.
En Evangelio se nos interpela para vivir esa generosidad y desprendimiento a los demás. Jesús nos invita hoy a vivir esa generosidad que no se mide por la cantidad de dinero que doy, sino por la cantidad de mí que entrego; porque la generosidad es una cualidad de mi corazón y no una cantidad de mi cuenta bancaria.
Es un desafío para que dejemos atrás los prejuicios que otorgan un mayor valor a las personas que cuentan con un mayor crédito económico, excluyendo a aquellas que carecen de los medios para hacerse reconocer de bancos, empresas e instituciones.
Como cristianos debemos saber que lo único que incrementa nuestro inmenso valor como seres humanos es la capacidad de solidarizarnos con quienes han sido despojados de su dignidad humana.
Que el Señor nos dé un corazón generoso y compasivo que sepa acoger a los pobres y necesitados y humildad suficiente para no ser ostentoso con el desvalido. Pidámoslo todos juntos en nuestra oración familiar de hoy del Padre Nuestro. Así sea.
(Guía Mensual)
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