Feria o Memoria Libre: Santa Soledad Torres Acosta, Virgen y San Juan XXIII, Papa
Viernes, 11 de octubre del 2024
- Primera lectura. Gál Gál 3,7-14: Entiendan de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe”.
- Salmo responsorial. 110,1-2.3-4.5-6: “El Señor recuerda siempre su alianza”.
- Evangelio. Lc 11,15-26: “El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama”.
Color: VERDE/BLANCO
«Jesús nos invita a unirnos a Él, a mantenernos en Él”
En la primera lectura de hoy, San Pablo les escribe a los cristianos de Galacia a raíz de personas que estaban queriendo imponer costumbres de los judíos a los nuevos creyentes, contestando dudas que estaban surgiendo. San Pablo explica que los hijos de Abraham no son los que por medio de la genealogía y pertenencia al pueblo judío aparentan ser, sino que los hijos de Abraham somos todos aquellos que hemos recibido a Jesús como nuestro Señor, todos aquellos comprados con la sangre de Cristo en la cruz, y cita el Antiguo Testamento: “Por ti (Abraham) serán benditas todas las naciones”, dando a entender que la salvación no es sólo para los judíos, sino para todos. Explica que estábamos en maldición, y cita de nuevo la Escritura, cuando dice “Maldito el que no cumple todo lo escrito en el libro de la ley”, dando a entender que todos estábamos en esa condición de maldición, porque nadie es capaz de cumplir toda la ley por sí mismo. Finalmente nos señala el rescate realizado por medio de Jesús al hacerse maldito por nosotros, dejándose colgar de un madero por cada uno de nosotros para ser, como dice la Escritura: “Maldito todo el que cuelga de un madero”. Así llega la bendición de Abraham a todos nosotros, por medio de Cristo.
En el Evangelio de hoy, después de Jesús haber echado un demonio de una persona, surgió la duda entre ellos acerca de dónde venía ese poder, queriendo decir que el poder venía del príncipe de los demonios. Jesús, que conoce lo que hay en el interior de cada uno, se adelanta a hablarles y les cuenta cómo un reino no puede estar en contra de sí mismo: no puede tener a alguien endemoniado y al mismo tiempo sacarle el demonio, porque no se sostiene un reino dividido. Es ahí que Jesús aprovecha y anuncia cuál es el reino que ha llegado: el reino de Dios, el reino que Él mismo vino a traer a nosotros, un reino que no es de este mundo, como le dice el mismo Cristo en otra parte de la Escritura a Poncio Pilato, un reino que está dentro de los que tenemos a Dios en nuestro corazón.
Jesús nos invita a unirnos a Él, a mantenernos en Él, para que estemos a salvo de todo lo que quiera volvernos a postrar en la esclavitud pasada, cuando no teníamos a Cristo en nuestros corazones, nos invita a cultivar una relación con Él, cada día, en cada etapa de nuestras vidas, para, con nuestro accionar, colaborar con Él en la extensión del reino, para recoger con Él y no desparramar, y mantener nuestra casa barrida y recogida hasta que llegue el día final.
Sabemos que podremos seguir caminando con la certeza de la fe, ya que Dios mantiene su alianza con nosotros, nos alimenta, nos muestra la fuerza de su obrar en favor nuestro, porque su generosidad dura por siempre, y Él es piadoso y clemente con los suyos como nos recuerda el Salmo hoy.
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