Memoria Obligatoria: San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

Lunes, 28 de agosto del 2023

Color: BLANCO

  • Primera Lectura. I Tes 1, 1-5.8b-10: “A ustedes, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones”.
  • Salmo Responsorial. 149, 1-2.3-4.5-6a y 9b: “El Señor ama a su pueblo”.
  • Evangelio. Mt 22, 13-22: “«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos!”.

“San Agustín: hombre de pasión y de fe”

Celebramos a San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia. Hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia y de incansable solicitud pastoral, tanto así que es conocido incluso por quienes ignoran el cristianismo o no tienen cercanía con él, porque dejó una huella profunda en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo. Como subrayó Pablo VI: “Se puede afirmar que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos posteriores”.

En los textos que nos brinda la liturgia, Jesús, dirige palabras muy fuertes contra los fariseos. Los llamas hipócritas, ciegos e insensatos. ¿Por qué Jesús hablaba tan fuerte contra los fariseos? Fariseo significa “separado”. Ellos buscaban separarse de todo lo del mundo para tener una fe purificada, no como la del resto de las personas. Por eso, recorrían mar y tierra para convertir gente a su causa, para buscar seguidores que acogieran sus doctrinas.

El error que cometían los fariseos y seguimos cometiendo hoy en la Iglesia es cerrar el Reino de los cielos a los que no son como nosotros, dándole más importancia a las normas, a las estructuras, a los medios, a los apostolados, a la eficacia, olvidándonos del núcleo del Evangelio, de la relación personal, corazón a corazón, con Cristo, de la caridad, la misericordia, la sencillez, la honestidad, la humildad, la acogida del hermano.

Para no caer, en la hipocresía farisea, tenemos que ser muy sinceros. Primero, con Dios, porque nos quiere limpios de corazón y que detestemos toda mentira. Segundo, con nosotros mismos, para no ser los primeros engañados, exponiéndonos a no reconocer los propios pecados ni manifestarlos con claridad en el sacramento de la Penitencia, o por no confiar suficientemente en Dios, que nunca condena ni pierde a nadie por el hecho de ser pecador. Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador. En tercer lugar, con los otros, ya que también —como Jesús— a todos nos pone fuera de sí la mentira, el engaño, la falta de sinceridad, de honradez, de lealtad, de nobleza, de honestidad, pero debemos acoger, perdonar y apoyar a los hermanos.

Nuestra misión como enviados de Dios ciertamente necesita de medios para desarrollarse, pero en el momento en que el medio y la norma se convierten en lo principal, Cristo deja de estar al centro y nosotros nos convertimos en neo-fariseos, porque nos separamos del Evangelio en función del éxito humano, de las tradiciones sin caridad y de la búsqueda de una perfección enfermiza.

El Evangelio nos llama a entrar y dejar entrar en el Reino de los Cielos, el Reino de Cristo que se empieza a vivir aquí y ahora. Abramos nuestros ojos y limpiémonos de toda hipocresía y doblez para ser auténticos seguidores y apóstoles según el corazón de Cristo.

Oración: Que San Agustín, Doctor de la gracia, interceda por nosotros y nos acompañe al encuentro con el Cristo total; que la Iglesia sea nuestra casa y morada en la tierra y nos muestre la morada celestial, donde Jesucristo vive y reina por los siglos. Amén.

(Guía Litúrgica)

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