Domingo, 18 de agosto de 2024. IV Semana
- Primera lectura: Prov 9,1-6: “Invitación a vivir con sabiduría”.
- Salmo Responsorial: 33: “Los que buscan al Señor no carecen de nada”.
- Segunda lectura: Ef 5,15-20: “Vivir como sabios”.
- Evangelio: Jn 6,51-58: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”.
Color: VERDE
“Él es el pan que bajó del cielo”
En la Primera lectura, del libro de los Proverbios, la sabiduría organiza un banquete al que todos están invitados. El único requisito para abandonar la ignorancia es aceptar la invitación: «Vengan, hijos, Oígánme: yo les enseñaré el temor del Señor».
Continúa la exhortación de san Pablo para construir el hombre nuevo. «No se emborrachen con vino, que lleva al libertinaje, sino déjense llenar del Espíritu”. Los seres humanos tenemos la tentación de llenar nuestro vacío con entretenimientos inútiles cuando no perniciosos. El Espíritu, sin embargo, es lo único que puede llenarnos. La oración y el verdadero interés por los demás llenan nuestro corazón más que cualquier otra cosa.
En el Evangelio de este domingo, cuando Jesús declaró que Él es el pan que bajó del cielo, comenzaron los judíos a murmurar, diciendo: «¿Por ventura éste no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, se atreve Él a decir que ha bajado del cielo?». ¡Qué lejos estaban éstos del pan del cielo! Ni sabían siquiera qué es tener hambre de Él. Eran sordos que oían y ciegos que veían. Este pan del hombre interior es verdad, pide hambre; por eso habla así en otro lugar: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados». Y Pablo, el Apóstol, dice que nuestra justicia es Cristo. Y por eso, el que tiene hambre de este pan tiene que tener hambre también de la justicia; de la justicia que da Dios, no de la justicia que se apropia el ser humano como obra suya.
¿Qué significa esto: justicia de Dios y justicia humana? La justicia de Dios de la que aquí se habla, no es la justicia por la que es justo Dios, sino la justicia que comunica Dios al hombre para que llegue a ser justo por Dios. ¿Cuál es la justicia de aquéllos? Es una justicia que les hace presumir demasiado de sus fuerzas y les lleva a decir que ellos mismos, por su propia virtud, cumplen la ley. Más la ley no la cumple nadie, sino aquel a quien ayuda la gracia; esto es, el pan que bajó del cielo. La plenitud de la ley, como dice el Apóstol, es, en resumen, el amor.
(Guía Litúrgica)
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