Domingo, 4 de agosto de 2024. II Semana
- Primera lectura: Éx 16,2-4.12-15: Éste es el pan que el Señor les da para comer.
- Salmo Responsorial: 77,3-4.23-25.542: Hizo llover sobre ellos el maná.
- Segunda lectura: Ef 4, 17.20-24: Renuévense en su espíritu y sus criterios…
- Evangelio: Jn 6,24-35: Yo soy el pan de vida.
Color: VERDE
“Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”
El texto del Evangelio de hoy es la continuación del milagro de la multiplicación de los panes. El evangelista Juan específicamente no nos dice si son las mismas cinco mil personas las que van en busca de Jesús; lo cierto es que las personas que comieron el pan y los peces se ponen en camino para ir al encuentro de Jesús hasta encontrarlo. El encuentro de Jesús con ellos es en Cafarnaúm, y aquí Jesús no se retira (Juan 6,15) al monte. Jesús habla con ellos, ayudándoles a reflexionar sobre su propia búsqueda. Según los vv. 26-27, Jesús les respondió con vehemencia: “Les aseguro, me buscan, no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna.”
Juan nos presenta a las personas que tuvieron la vivencia del milagro, pero que todavía no entienden las señales de Jesús. Ellos vieron, sintieron en sus manos y en sus cuerpos el alimento, pero no entienden y preguntan a Jesús (v. 28): “¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Jesús los llama a obrar por un alimento que permanece. Ellos quieren saber qué deben hacer para obrar las obras de Dios. La tardanza de estos hombres y mujeres para entender cómo obrar nos lleva a formular tres hipótesis:
- Ya tienen la ley de Moisés para obrar, pero deben cambiar para obrar las obras de Dios.
- Está por celebrarse la pascua judía y esta celebración es para ellos un signo del éxodo que vivieron sus antepasados.
- Jesús dice: “Yo soy el pan de vida” (v. 35), y los llama a obrar por el alimento no perecedero (v. 27). La ley judía es importante, y la tradición de la pascua es importante. Pero ahora Jesús mismo les está dando la libertad de elegir un alimento para la vida eterna. Ya sus antepasados probaron el maná en el desierto y no fue Moisés quien los alimentó: “No fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo” (v. 32).
Jesús es la Palabra a quien Juan nos presenta al inicio del evangelio en 1,1: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. El maná, lo mismo que los panes y los peces que Jesús multiplica son alimentos perecederos muy importantes en la vida del ser humano. Los milagros son señales de la grandeza de Dios para alimentar y sustentar el cuerpo y para brindar la vida eterna. Juan nos presenta a estos seguidores que no alcanzan a comprender que Jesús mismo es pan. Por eso Juan nos recuerda las palabras de Jesús en el v. 35: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”
Entonces, no es una obligación, sino una NECESIDAD. Si nos falta fe, si andamos de tropezón en tropezón, de caída en caída; si nuestra vida es un desastre, quizás es porque no comemos con la frecuencia necesaria del Pan de Vida, que es Cristo Eucaristía.
(Guía Litúrgica)
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