Memoria Obligatoria: San Ignacio de Loyola
Miércoles, 31 de julio del 2024
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Jr 15, 10.16-21: “Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores”.
- Salmo Responsorial. 58, 2-3.4-5a.10-11.17.18: “Dios es mi refugio en el peligro”.
- Evangelio. Mt 13, 44-45: “El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas”.
“Nuestro verdadero tesoro es la presencia constante y salvadora de Dios en nuestras vidas”
¿Qué es un tesoro? En la vida cotidiana, la gente busca tesoros de diversas formas: riquezas materiales, logros profesionales, relaciones significativas. Pero ¿cuál es el verdadero tesoro que Jesús nos invita a descubrir en el Evangelio de hoy?
Jesús nos presenta dos parábolas breves pero profundas: el tesoro escondido en un campo y la perla de gran precio. Ambas historias ilustran la inmensurable valía del Reino de los Cielos, un tesoro tan precioso que vale la pena vender todo lo que uno posee para adquirirlo. Las parábolas nos enseñan que el verdadero tesoro, el que trasciende todo valor terrenal, se encuentra en vivir en plenitud bajo el reinado de Dios, abrazando sus enseñanzas y permitiendo que su amor y su gracia transformen nuestras vidas.
Hoy Jeremías, en su diálogo con Dios, expresa el dolor y la alienación de ser el portador de mensajes difíciles, sintiéndose como un extranjero incluso entre su propio pueblo. Sin embargo, encuentra su tesoro en las palabras de Dios: «Fueron para mí un gozo y la alegría de mi corazón». En las pruebas y el aislamiento, Jeremías descubre que su verdadera fortaleza y consuelo residen en su relación íntima con Dios, quien promete estar con él y salvarlo.
El salmista también hace eco de este sentimiento de confianza y seguridad en Dios, incluso frente a la adversidad. Nos canta al poder y la fidelidad de Dios, su protector y fuente de fuerza. Nos recuerda que, más allá de las circunstancias desafiantes, nuestro verdadero tesoro es la presencia constante y salvadora de Dios en nuestras vidas.
Estamos invitados a reflexionar sobre dónde estamos buscando nuestros tesoros. La Palabra nos desafía a preguntarnos si estamos invirtiendo nuestros corazones, nuestras mentes y nuestros recursos en la búsqueda de lo que es verdaderamente valioso: el Reino de Dios y su justicia. Estas lecturas nos animan a reevaluar nuestras prioridades, a reconocer el inestimable valor de nuestra relación con Dios y a comprometernos nuevamente con el camino del Evangelio, que es el camino hacia el tesoro más grande.
Inspirémonos a buscar con todo nuestro ser el tesoro del Reino de los Cielos, confiando en que, al hacerlo, encontraremos nuestra alegría más profunda y nuestra satisfacción más verdadera en la comunión con Dios.
(Guía Litúrgica)
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