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  • Primera Lectura. Jr 3, 14-17: “Les daré pastores conforme a mi corazón que los apacienten con ciencia y experiencia”.
  • Salmo Responsorial. Jr 31, 10-12ab.13: “El Señor nos guardará como pastor a su rebaño”.
  • Evangelio. Mt 13, 18-23: “Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende”.

¿Cómo responde nuestro corazón al llamado amoroso de Dios? ¿Estamos dispuestos a dejar que su Palabra eche raíces profundas en nosotros y transforme nuestras vidas?

En el libro de Jeremías, Dios nos invita con palabras de amor y promesa, llamándonos a volver a Él como «pastor de un solo rebaño». Nos recuerda que, a pesar de nuestras infidelidades y desvíos, su deseo es reunirnos, sanarnos y guiarnos hacia un futuro lleno de esperanza. Este pasaje profético habla de un tiempo en el que Jerusalén será llamada «Trono del Señor», un lugar donde todas las naciones se reunirán en armonía y adoración. Es una visión de unidad y paz, fundamentada en la fidelidad y el amor de Dios hacia su pueblo.

En el salmo de hoy, Dios nos asegura que nos guardará como un pastor a su rebaño, prometiendo convertir nuestro luto en alegría y ofreciéndonos consuelo y gozo en lugar de tristeza. Esta promesa divina de restauración es un recordatorio de la fidelidad constante de Dios y de su poder para transformar nuestras vidas.

Hoy Jesús explica la parábola del sembrador, ilustrando cómo la Palabra de Dios puede encontrar diferentes respuestas en los corazones de las personas. Algunas semillas caen en terreno rocoso, entre espinos, o en el camino, donde no pueden crecer ni fructificar. Pero la semilla que cae en tierra buena produce una cosecha abundante. Esta parábola nos desafía a examinar la calidad del terreno de nuestro propio corazón. ¿Estamos abiertos y receptivos a la Palabra de Dios, permitiendo que transforme y fructifique en nuestras vidas?

Los textos de hoy nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y sobre cómo recibimos y respondemos a su Palabra. Nos llaman a volver a Él con corazones abiertos, listos para ser transformados y reunidos en su amor.

Animémonos a examinar la disposición de nuestros corazones hacia Dios y su Palabra. Que podamos responder al llamado amoroso de Dios con fe y confianza, permitiendo que su Palabra eche raíces en nosotros y produzca frutos de amor, alegría y paz en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea.

(Guía Litúrgica)

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