Santa María Magdalena
Martes, 22 de julio del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Cant 3,1-4a: “»¿Viste al amor de mi alma?”.
- Salmo Responsorial: 62,2.3-4.5-6.8-9: “Mi alma está sedienta de ti, mi Dios”.
- Evangelio. Jn 20,1-2.11-18: “Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes”.
“Hay que despojar el amor de contenidos vacíos”
Hoy celebramos la fiesta de santa María Magdalena. Esa mujer de un pasado turbulento y de la que Jesús expulsó siete demonios, pero que luego la convierte en testigo de su resurrección y la hace apóstol de los apóstoles.
El Cantar de los Cantares nos habla de la “búsqueda del amado de mi alma”. No en vano, se ha escogido esta lectura porque si algo caracterizaba a María Magdalena es que era una mujer enamorada de Jesús, dispuesta a todo por Él. Pero ¿Qué fue lo que a aquella mujer le atrajo de la persona de Jesús? ¿Por qué aquella mujer se convirtió de repente en una seguidora ardiente y fiel de Jesús? ¿Por qué para aquella mujer, tras la muerte de Cristo, todo se había acabado? María Magdalena se encontró con Jesús, después de que Él le sacara los “siete demonios”. Es como si dijéramos que encontró el “todo”, después de vivir en la “nada”, en el “vacío”. De ahí que su amor por Jesús fuera un amor fiel, purificado por el sufrimiento. Recordemos que cuando apresaron a Jesús, los discípulos lo dejaron solo, mientras ella estuvo siempre a su lado, incluso en el momento de la Cruz. La muerte de Cristo fue para María Magdalena un golpe terrible. Para ella la vida sin Cristo ya no tenía sentido. Por ello, el Resucitado va enseguida a rescatarla. Se trata de una de las primeras apariciones de Cristo. Era tan profundo su amor que ella no podía concebir una vida sin aquella presencia que daba sentido a todo su ser y a todas sus aspiraciones en esta vida. Tras constatar que ha resucitado se lanza a sus pies con el fin de agarrarse a ellos e impedir que el Señor vuelva a salir de su vida. El amor de María Magdalena a Jesús fue un amor de entrega y servicio. Nos dice el Evangelio que María Magdalena formaba parte de aquel grupo de mujeres que seguía y servía a Cristo. El amor había convertido a esta mujer en una servidora entregada, alegre y generosa. Servir a quien se ama no es una carga, es un honor. El amor siempre exige entrega real, porque el amor no son solo palabras, sino hechos. El amor de María Magdalena a Jesús constituye para nosotros una lección viva de lo que debe ser nuestro amor a Dios. Hay que despojar el amor de contenidos vacíos y vivirlo más radicalmente. Hay que relacionar más lo que hacemos y por qué lo hacemos con el amor a Dios. No debemos olvidar que al fin y al cabo nuestro amor a Dios más que sentimientos son obras. Y, sobre todo, no olvidar que ese amor a Dios pasa por el amor al prójimo. Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso, dice el Señor.
(Guía Litúrgica)
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