Memoria Libre: San Lorenzo de Brindis, Presbítero y Doctor de la Iglesia
Viernes, 21 de julio de julio del 2023
Color: VERDE
- Primera Lectura. Ex 11, 10-12,14: “Este día será para ustedes memorable, en él celebrarán la fiesta del Señor”.
- Salmo Responsorial. 115, 12-13.15-16be.17-18: “Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor”.
- Evangelio. Mt 12, 1-8: “Porque el Hijo del hombre es señor del sábado”.
“Misericordia quiero y no sacrificios”
La escena narrada en el Libro del Éxodo nos describe cómo será la cena pascual del pueblo judío, la noche decisiva de su historia, cuando Moisés, con la ayuda de Dios, los condujo en la salida de Egipto.
La cena de despedida está descrita con ritos específicos: la reunión familiar, el sacrificio del cordero con cuya sangre marcan las puertas, la cena a toda prisa, con panes ácimos, sin acabar de fermentar, todo debe ser asado, no puede sobrar nada y si sobra, hay que quemarlo.
Esta celebración de la primera pascua del pueblo de Israel será la memoria de aquella noche en que Dios le liberó de la esclavitud y nos ayuda a nosotros a entender la segunda pascua, la de Jesús, que se nos da en la Eucaristía y que nos manda celebrarla en memoria suya.
“Pascua” significa “paso, tránsito”. Fue Dios el que “pasó de largo” ante las puertas de los judíos, señaladas con sangre. E Israel el que “pasó” de la esclavitud a la libertad, sobre todo a través de las aguas del Mar Rojo hacia nuevos horizontes.
Para nosotros, la Pascua verdadera se ha cumplido en Cristo: «antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre..”. (Jn 13,1). Él atravesó las aguas de la muerte para entrar en la nueva existencia, a la que, como nuevo Moisés, nos conduce a todos sus seguidores.
En el Evangelio, una vez más Jesús nos invita a juzgar las cosas desde el interior. Lo que cuenta ante todo no es la observancia rigurosa y minuciosa de las reglas, sino el espíritu que en ello ponemos: el gesto sólo tiene valor por el amor que contiene. Jesús no deroga la Ley del Sábado, sino que la interpreta desde el interior, y le da plenitud. Debemos cumplir la ley, ya sea civil o religiosa, igual que lo hacía Jesús, que acudía cada sábado a la sinagoga y pagaba el impuesto al César. Pero no debemos ser tan intransigentes. La dignidad del hombre está por encima de toda la ley.
«Misericordia quiero y no sacrificios». Jesús cita al profeta Oseas. Parece que, en los tiempos del profeta, el Templo se llenaba con el humo de los sacrificios, pero en las calles reinaba la injusticia. Eso sí, cumpliendo con el culto se guardaban las apariencias. Los fariseos no están muy preocupados si los discípulos tienen hambre o no. Lo que les preocupaba era que se cumpliese la ley.
Nosotros hoy enfrentamos un problema similar. Tenemos en nuestras instituciones políticas, religiosas y sociales una burocracia desmesurada que antepone sus intereses sin que le importe el bien común. Las leyes no sirven para defender el derecho del débil. Las leyes sólo hacen más tortuosa, complicada y difícil la vida de la gente sencilla. El problema sigue siendo las pretensiones de unos pocos que, buscando sus intereses particulares, imponen sus criterios sobre un pueblo indefenso.
(Guía Litúrgica)
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