Miércoles, 19 de julio del 2023
Color: VERDE
- Primera Lectura. Ex 3, 1-6.9-12: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”.
- Salmo Responsorial. 102, 1-2.3-4.6-7: “El Señor es compasivo y misericordioso”.
- Evangelio. Mt 11, 25-27: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”.
“Gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra”
Han pasado varios años desde la huida de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián. Se ha casado allí con la hija del sacerdote pagano Jetró. Ha tenido familia. Es pastor de oficio y está cuidando los rebaños de su suegro. Y allí se le aparece Dios, en forma de fuego. Dios tiene múltiples formas de expresarse y de llamarnos: A Pedro le impresiona el Jesús de la pesca milagrosa; a Pablo, el Jesús que se le aparece en el camino de Damasco. Cada uno tenemos algún momento en que Dios sale a nuestro paso. Es obligación nuestra saber identificar el paso de Dios por nuestras vidas, así como escuchar y atender a su llamada.
En esta ocasión el Dios de la promesa se aparece en forma de fuego. Ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir enviando a Moisés. En un primer momento Moisés se muestra muy decidido cuando Dios le llama; pero cuando piensa sobre lo que le pide, intenta echar para atrás, buscando excusas. Ante el temor y la desconfianza, Dios no se hace esperar y le dice: “Yo estoy contigo”.
Ése Dios de los israelitas que se duele del dolor de su pueblo, continúa llamando hoy a hombres y mujeres que sean capaces de escuchar el clamor de tantos pueblos que hoy sufren opresión, pobreza, marginación. No tengamos miedo de aceptar su llamada. Sintámonos enviados a practicar la misma misericordia y comunicar un poco de esperanza a quienes se encuentren hoy con nosotros, en nuestra familia o comunidad o en el entorno social, ayudándoles a salir de sus diversas esclavitudes. Si nos parece que es misión difícil, nos hará bien recordar la palabra de Dios a Moisés: “yo estoy contigo”.
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”. Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiado complicaciones. Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre.
Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y a los demás, tantos dones como nos hacen.
(Guía Litúrgica)
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