Memoria Obligatoria: San Maximiliano María Kolbe, Presbítero y Mártir
Miércoles, 14 de agosto del 2024
Color: ROJO
- Primera Lectura. Ez 9, 1-7;10,18-22: “Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen”.
- Salmo Responsorial. 112, 1-2.3-4.5-6: “La gloria del Señor se eleva sobre el cielo”
- Evangelio. Mt 18, 15-20: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
“Amemos sin límites a nuestro buen Padre”
Celebramos hoy la memoria de san Maximiliano María Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir. Nació en Polonia el año 1894. Misionero en Japón, fundó las escuelas de la Inmaculada para la educación de la juventud. A su vuelta a Polonia, en plena guerra mundial, fue detenido por las fuerzas del ejército nazi e internado en el campo de concentración de Auschwitz, donde, el año 1941, entregó su vida a cambio de un padre de familia condenado a muerte.
Hoy siguen cristianos en el mundo ofreciendo su vida por Cristo en lugares donde son perseguidos férreamente por su fe. En una de sus Cartas San Maximiliano decía: “Amemos sin límites a nuestro buen Padre: amor que se demuestra a través de la obediencia y se ejercita, sobre todo, cuando nos pide el sacrificio de la propia voluntad. El libro más bello y auténtico donde se puede aprender y profundizar este amor es el Crucifijo. Y esto lo obtendremos mucho más fácilmente de Dios por medio de la Inmaculada, porque a ella ha confiado Dios toda la economía de la misericordia. La voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios. Nosotros, por tanto, consagrándonos a ella, somos también, como ella, en las manos de Dios, instrumentos de su divina misericordia”.
San Maximiliano consiguió «la victoria mediante el amor y la fe en un lugar construido para la negación de la fe en Dios y en el hombre» (Juan Pablo ll).
San Maximiliano, definido por Pablo VI como un «mártir del amor«, ofreció su vida a cambio de un padre de familia, Franciszek Gajowniczek, que más tarde recordaría aquellos dramáticos momentos con estas palabras: «Kolbe se salió de la fila, arriesgándose a morir al instante, para pedir al Lagerfhurer que me sustituyera. Era impensable que la propuesta fuera aceptada, de hecho, era mucho más probable que el sacerdote se sumara a los diez seleccionados para morir juntos de hambre y sed. ¡Pero no! En contra del reglamento, Kolbe me salvó la vida«.
Oh, Dios, todo amor: En esta celebración eucarística nos has dado nueva prueba de tu amor al darnos a tu Hijo y a su Espíritu. Jesús ha robustecido nuestro amor; también con el ejemplo de entrega heroica de San Maximiliano Kolbe. Acepta nuestra gratitud y extrae lo mejor en nosotros para que podamos producir rico fruto de amor, fiel y digno de confianza. Que tu Espíritu nos una para construir comunidad unos con otros y para vivir en tu amor y alegría ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
(Guía Litúrgica)
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