• Primera lectura: 1Re 19, 4-8: “Se alimentó y caminó cuarenta días y cuarenta noches”.
  • Salmo Responsorial: 34: “Gusten y vean qué bueno es el Señor”.
  • Segunda lectura: Ef 4, 30-5,2: “Sean benignos y compasivos unos con otros”.
  • Evangelio: Jn 6, 41-51: “Y el pan que voy a dar es mi carne, para la vida del mundo”.

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El discurso del pan de vida (Jn 6, 22-59) nos habla sobre quién es Jesús, a través de la imagen del pan. Así como el pan es nuestro alimento básico, también Jesús es el que hace posible nuestra vida espiritual. El pan es también un don de Dios, aunque lo tenemos que ganar con esfuerzo, y así lo recordamos cuando bendecimos cada día la mesa; asimismo, Jesús es el regalo enviado por el Padre para darnos vida en abundancia, en plenitud.

La primera dificultad que ponen los que le escuchan a Jesús es su origen. Ellos piensan que lo conocen porque lo tienen por el hijo del carpintero José y de María. No pueden entender que en Jesús hay un misterio más profundo, que Él ha venido de parte de Dios como hombre, ha bajado del cielo.

Jesús les responde que solo pueden acercarse a Él los que el Padre atrae. ¿Cómo puede ser que el Padre atraiga solo a unos y no a otros? ¿No sería injusto? No es eso lo que Juan nos quiere decir; de hecho, si Jesús les está predicando, es porque quiere ofrecerles la salvación también a ellos, pero no puede hacer nada si ellos mismos no aceptan que Cristo es el enviado del Padre, que el Padre les está atrayendo con las palabras del propio Jesús. Si ellos, con sus prejuicios, solo piensan en Jesús como hijo de José y María, no podrán dar el salto de la fe tan necesario.

«Serán todos discípulos de Dios», es una frase que recuerda a Isaías 54,13 y Jeremías 31,34. En esos textos, los profetas anuncian un tiempo futuro en el cual Dios mismo instruirá a su pueblo, que no necesitará buscarlo en sitios ocultos; Dios les dará la paz, la tranquilidad, la vida plena. Pues bien, cuando Jesús cita a los profetas, no solo está recordando un texto antiguo, está actualizando una promesa de Dios, que se está cumpliendo en ese mismo momento.

Dios les está enseñando a través de Jesús, el Enviado del Padre. Si quieren reconocerlo, obtendrán la vida plena que Dios ha prometido a su pueblo desde hace siglos.

El texto de hoy termina con el anuncio que hace Jesús de dar a comer su carne, que será más desarrollado el domingo que viene.

Para nosotros, el Evangelio nos sigue sugiriendo que no solo debemos ver a Jesús como un Maestro de ideas interesantes y con relatos hermosos y profundos, sino que Él mismo se nos regala como alimento cotidiano, como pan de cada día, dado por Dios Padre. Demos gracias a Dios, pues, porque Él nos atrae hacia Jesús, y nosotros nos dejamos atraer. Démosle gracias, finalmente, por la vida plena que Él nos hace vivir. Por el alimento espiritual de la Eucaristía.

(Guía Litúrgica)

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