Memoria Libre: San Antonio María Zaccaría, Presbítero
Homilía: XIV Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C
Sábado, 5 de julio del 2025
Color: VERDE o BLANCO
- Primera Lectura. 27,1-5.15-29: “Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga”.
- Salmo Responsorial: 134,1-2.3-4.5-6: “Alaben al Señor porque es bueno”.
- Evangelio. Mt 9,14-17: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos”.
“Su presencia en medio de nosotros es motivo de alegría”
El relato del Libro del Génesis que leemos hoy, aparentemente es poco edificante. Se trata de una trama de Rebeca, con la cual logra desposeer a Esaú de un «derecho de primogenitura» en provecho de su segundo hijo Jacob. A simple vista podría parecer, es como si quisieran poner como ejemplo la mentira, injusticia. Pero no es así, si se nos narra esta trama es para hacernos ver que Dios lleva a cabo su plan a través de los equívocos humanos. Al autor del Libro le interesa subrayar, sobre todo, que, a pesar de eso, Dios sigue guiando la historia de su pueblo. Una vez más, en la línea de la promesa mesiánica, aparecen como protagonistas no los más fuertes, como Esaú, el cazador, sino los débiles, como Jacob. Dios logra lo que se propone a pesar de la deficiencia de los instrumentos de que se vale. Jacob y Rebeca han conseguido llevar adelante su plan, pero esta mala acción no va a quedar impune. Y por encima de la debilidad humana se impondrá el plan de Dios.
El evangelio presenta la polémica sobre la práctica del ayuno, pero no el ayuno de privarse de comer por penitencia o austeridad, sino el ayuno como signo de la espera mesiánica. Por tanto, lo que está en juego no es la práctica de ayuno como privación de comida, sino más bien, el no reconocer que Jesús es el Mesías, porque si seguimos practicando el ayuno como signo de la espera del Mesías, es porque no hemos reconocido que Él está ya en medio de nosotros. Ante esta limitación de los discípulos de Juan, Jesús responde que: él es el novio o el esposo y, por tanto, deberían estar todos de fiesta, y no de luto o preparando algo que ya ha llegado; que, él es el traje nuevo, que no admite parches de tela vieja, que, él es el vino nuevo, que se estropea si se pone en odres viejos.
El ayuno sigue teniendo sentido para los cristianos. Es un buen medio de expresar nuestra humildad y nuestra conversión a los valores esenciales, por encima de los que nos propone la sociedad de consumo. Los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana (lunes y jueves). Los seguidores de Juan, también. El mismo Jesús ayunó en el desierto. Y los cristianos seguirán haciéndolo, por ejemplo, en la Cuaresma, preparando la Pascua. Pero no es esto lo que aquí discute Jesús. Lo que él nos enseña ha de ser la actitud propia de sus seguidores: la fiesta y la novedad radical. Su presencia en medio de nosotros es motivo de alegría y la novedad de su mensaje nos obliga a cambiar de mentalidad. Seguir anclados en lo antiguo nos imposibilita a aceptar la novedad que nos ofrece Jesús. Señor, que nuestras prácticas piadosas nos ayuden a descubrirte y a identificarnos con tu proyecto de amor, paz y perdón.
(Guía Litúrgica)
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