Lunes, 12 de junio del 2023

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  • Primera Lectura. 2 Cor 1, 1-7: “Reciban la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre; y de Cristo Jesús, el Señor”.
  • Salmo Responsorial. 33, 2-3.4-5.6-7.5-9: “Gusten y vean qué bueno es el Señor”.
  • Evangelio. Mt 5, 1-12: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

“En las demás personas podemos ver el rostro sufriente del Cristo que llora con los que lloran”

Hoy, con la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús nos hace notar que a menudo se nos olvidan tantas cosas importantes. Tendemos a no recordar lo importante. Jesús temía que sus “buenas noticias” comunicadas mediante la coherencia de sus palabras, gestos y silencios se diluyeran con nuestros sufrimientos, pecados y preocupaciones. Pero hoy el evangelista Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos principios fundamentales para que no las olvidemos nunca. Nos presenta el compendio de la Nueva Ley de Jesús como básico para ayudarnos a vivir cristianamente.

Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. Es un mensaje universal para toda clase, todo lugar, toda situación. Nos motivan a vivir con plena disposición una conducta reflejada en las relaciones con todo lo que nos rodea. No son exigencias autoritarias sino, más bien, nos impulsan a valorar las cosas desde una nueva óptica: la del Reino.

En las demás personas podemos ver el rostro sufriente del Cristo que llora con los que lloran. Lo podemos experimentar en los que quieren vivir desapegados a las cosas, a los que actúan desde la palabra honesta y transformadora de una buena noticia, en los que son mansos de corazón, en los que fomentan las ansias de santidad, en los que han tomado una “determinada determinación”, como decía santa Teresa de Jesús, para ser sembradores de paz y alegría.

Aun cuando se ponen feas las cosas, los momentos de sufrimiento nos invitan a la alegría del saber que existimos, que vivimos y que no estamos solos. Y es que, cuando la coherencia de la vida cristiana es afianzada en una fe firme, entonces, fácilmente vendrá la persecución de mil maneras distintas, entre dificultades y contrariedades inesperadas. Pero no estamos solos, no ha muerto la esperanza, el presente sigue existiendo y el cambio sí es posible.

Gustemos y veamos cuán bueno es el Señor en todo momento. Vivamos en el Señor y experimentaremos “la alegría y el regocijo, porque nuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,12) y en esta hermosa tierra también.

(Guía Litúrgica)

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