Fiesta: La Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia
Lunes, 9 de junio del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Gén 3,9-15.20: “El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven”.
- Salmo Responsorial: 86(87),1-2.3 y 5.6-7: “Cosas admirables se dicen de ti, Ciudad de Dios.
- Evangelio. Jn 19,25-34: “Ahí está tu madre”.
Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre
Hoy la Iglesia nos invita a mirar con ternura y gratitud a María, Madre de la Iglesia. Celebramos su presencia maternal, cercana y fiel, que nos acompaña en el camino de la fe. María no es solo la madre de Jesús, sino la madre de todos los discípulos, la madre de la comunidad cristiana, la madre de cada uno de nosotros. Su corazón abierto y generoso nos acoge, nos consuela y nos impulsa a vivir con esperanza.
El Evangelio nos lleva al momento más doloroso y a la vez más fecundo de la vida de María: al pie de la cruz. Allí, en medio del sufrimiento y la oscuridad, María permanece firme, sin apartarse de su Hijo. Jesús, en su entrega total, le confía una nueva misión: “Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre”. En ese instante, María se convierte en madre de todos los creyentes, en madre de la Iglesia. Podemos imaginar su corazón traspasado, su silencio lleno de fe, su mirada que abraza a todos los hijos que Jesús le entrega. María no se encierra en su dolor, sino que lo transforma en amor y cuidado para todos.
El salmo de hoy proclama la belleza y grandeza de la “Ciudad de Dios”, imagen de la Iglesia amada y fundada por el Señor. Así como Dios ama a Sión, también ama a su Iglesia y a cada uno de sus hijos. En María, la Iglesia encuentra su modelo: una casa donde todos pueden encontrar consuelo, esperanza y vida nueva. “Todas mis fuentes de vida están en ti”, dice el salmista; y así, en María, encontramos un manantial de ternura y fortaleza.
La primera lectura nos recuerda los orígenes de la humanidad, marcados por la fragilidad y el pecado. Pero también nos habla de la promesa de salvación: Dios no abandona, sino que anuncia la victoria de la descendencia de la mujer. María, la nueva Eva, es signo de esa esperanza: donde hubo caída, ella nos muestra el camino de la confianza y la entrega.
Deja que el ejemplo de María te inspire a vivir con fe, a confiar en Dios incluso en los momentos difíciles, y a acoger a los demás con un corazón abierto. Que su presencia maternal te llene de esperanza. Como decía Santa Teresa de Calcuta: “Si alguna vez te sientes solo, mira a María y pide su ayuda; ella nunca deja de responder”.
(Guía Litúrgica)
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