Día de la Independencia Nacional: 181 años
Jueves, 27 de febrero del 2025
Homilía: VIII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C
- Primera lectura. Eclo 5,1-10: “No confíes en riquezas injustas, que no te servirán el día de su ira”.
- Salmo Responsorial: 1,1-2.3.4 y 6: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”.
- Evangelio. Mc 9,41-50: “Que no falte entre ustedes la sal, y vivan en paz unos con otros”.
Color: VERDE
¡Dios siga bendiciendo nuestra Nación y la Santísima Virgen de la Altagracia nos dé su protección!
Hoy celebramos con gozo el 181 aniversario de nuestra Independencia Nacional. ¡Loor a los Padres de la Patria!, que con arrojo y valentía y sacrificio nos forjaron una nación libre e independiente de toda dominación extranjera. ¡Loor a todos los hombres y mujeres que a lo largo de nuestra historia han defendido con sudor y sangre este legado de independencia!
¡Dios siga bendiciendo nuestra Nación y la Santísima Virgen de la Altagracia nos dé su protección!
Hoy percibimos cómo la Iglesia está conformada por los mismos seres humanos que pueblan el ancho mundo de los hombres. De ahí que participemos en las comunidades y los grupos de vida con nuestros mismos defectos, virtudes, pecados, luces y sombras, con nuestras actitudes y capacidades de promover el bien o de poner en acción el mal.
Ciertamente, lo deseable es no hacer daño a persona alguna, indistintamente de su condición; sin embargo, esta lectura, que no debe entenderse en sentido literal, constituye una señal de alerta contra el peligro de sobrepasar los límites de la debilidad humana, que puedan causar daño a los pequeños (los más pobres, desvalidos, los menos formados, entre otros que son los favoritos de Jesús) sobre todo los escándalos que induzcan a perder la fe, la confianza en la institución eclesial o los estimule a alejarse de Dios, renegando de su Palabra.
La radicalidad del mensaje del Evangelio de Jesús no permite lugar a dudas cuando sentencia que quienes tengan tendencia a actuar así: “Antes que llegara a escandalizar alguno de estos pequeños, sería preferible que se ate una piedra de molino al cuello y se lance al mar”.
Sin embargo a pesar de la dureza del lenguaje, inicia con una promesa prometiendo resarcir con creces a quien calme la sed de uno de los pequeños dándole un vaso de agua, finalizando con una despedida expresando fervientes deseos positivos.
Lo que pretende es disuadir la comisión de actos contra los más débiles, emitiendo sentencias muy duras; de esa manera el Evangelio de Marcos invita a cortarse un pie o una mano, arrancarse un ojo, entre otros, si se van a convertir en piedras de tropiezo o en motivo de escándalos para alguno de estos pequeños favoritos del Señor.
En resumen, Marcos pone estas palabras de boca de Jesús para significar que estamos conminados a hacer el bien, a dar sabor, es decir, animar la vida de la Iglesia con nuestras acciones eficaces y provechosas en beneficio de todos nuestros hermanos, rehuyendo, más que simplemente evitando, caer en una situación que pueda escandalizar.
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