Memoria Obligatoria: San Bonifacio, Obispo y Mártir
Jueves, 5 de junio del 2025
Color: ROJO
- Primera Lectura. Hch 22,30;23,6-11: “Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma”.
- Salmo Responsorial: 15,1-2a.5.7-8.9-10.11: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
- Evangelio. Jn 17,20-26: “Que sean uno, como nosotros somos uno”.
“Que todos sean uno”

¿Nos sentimos realmente uno como familia, como comunidad, como Iglesia, como sociedad? ¿Cuándo fue la última vez que experimentaste la alegría de saberte profundamente unido a otros en el amor, en la fe, en la esperanza? ¿O más bien te has sentido a veces aislado, incomprendido, dividido por diferencias o conflictos? Hoy, Jesús nos invita a mirar más allá de nuestras divisiones y a soñar con la unidad que Él mismo pidió al Padre: “Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti”.
El Evangelio de hoy nos lleva al corazón de la oración de Jesús antes de su pasión. No ora sólo por sus discípulos, sino por todos los que creerán en Él a lo largo de la historia, es decir, por nosotros. Jesús desea que vivamos la unidad, no como uniformidad, sino como comunión profunda en el amor. Nos recuerda que la verdadera unidad es un testimonio para el mundo; es el signo que Dios nos ha enviado y nos ama con un amor incondicional. En tiempos de polarización y desencuentro, este mensaje es urgente y actual: la unidad no es solo un ideal, sino una misión concreta que Jesús nos confía.
En medio de nuestras búsquedas y luchas por la unidad, el salmo nos ofrece una oración de confianza y refugio: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”. El salmista reconoce que su alegría y su paz vienen de saberse en las manos de Dios, que lo acompaña y lo sostiene. Es Dios quien nos enseña el sendero de la vida, quien nos llena de gozo y nos invita a descansar serenos, sabiendo que nunca estamos solos. La unidad comienza cuando nos reconocemos amados y sostenidos por el mismo Dios.
La experiencia de Pablo ante el Sanedrín nos muestra que la fe y la esperanza nos sostienen incluso en medio de divisiones y peligros. Pablo proclama su esperanza en la resurrección, y aunque enfrenta incomprensión y conflicto, el Señor se le aparece para animarlo: “¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma.” La esperanza cristiana es la fuerza que nos impulsa a seguir adelante, a dar testimonio, a buscar la unidad aun en la adversidad.
Hoy, deja que el deseo de Jesús por la unidad resuene en tu corazón. ¿Qué puedes hacer para construir puentes y no muros? ¿Cómo puedes ser testigo de esperanza y reconciliación en tu entorno? Recuerda las palabras de Chiara Lubich, docente y ensayista italiana, fundadora y presidenta del Movimiento de los Focolares: “¿Cómo se podría imaginar la paz y la unidad en el mundo sin ver a toda la humanidad como una sola familia? Nuestro ideal es realizar la oración que Jesús pronunció la tarde del Jueves Santo: Que todos sean uno”.
(Guía Litúrgica)
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El BAÑO DE REGENERACIÓN Y DE RENOVACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO