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  • Primera Lectura. Is 52, 13-53,12: “El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación”.
  • Salmo Responsorial: 30, 2.6.12-13.15-16.17 y 25: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.
  • Segunda lectura. Heb 4, 14-16;5,7-9: «Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer”.
  • Evangelio. Jn 18, 1–19,42: “Mirarán al que traspasaron”.

Hoy, en este Viernes Santo, estamos llamados a reflexionar sobre el misterio profundo de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. Las lecturas de hoy nos sumergen en el sufrimiento redentor del Siervo Sufriente, preanunciado por el profeta Isaías. Este Siervo, sin pecado, carga con nuestros pecados y nos redime a través de su sacrificio.

Isaías nos presenta la figura de este Siervo, despreciado y traspasado por nuestras rebeldías. Nos invita a contemplar el sufrimiento inocente que lleva a cabo por amor a nosotros. En el Salmo, exclamamos con el corazón contrito: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». La confianza total en la voluntad divina, incluso en medio del sufrimiento, es la senda que nos señala el Siervo Sufriente.

La Carta a los Hebreos nos recuerda que nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, entiende nuestras debilidades, ya que ha experimentado en su carne propia el sufrimiento y la tentación. Él, que no conoció el pecado, se hace pecado por nosotros para que, a través de su sacrificio, podamos acercarnos con confianza al trono de la gracia.

La lectura de la Pasión según San Juan nos sumerge en la dolorosa realidad del sacrificio de Cristo en la cruz. No es simplemente un relato histórico, sino un acontecimiento eterno que trasciende el tiempo y el espacio. Jesús, el Hijo de Dios, entrega su vida por amor a cada uno de nosotros. En la Cruz, contemplamos el amor divino que alcanza su máxima expresión. La muerte de Jesús no es un final trágico, sino un acto redentor que nos ofrece la esperanza de la salvación.

En este día, somos llamados a contemplar la cruz como el árbol de la vida, el instrumento de nuestra reconciliación con Dios. La muerte de Jesús es el puente que nos lleva de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios.

Hermanos y hermanas, en este Viernes Santo, no podemos quedarnos indiferentes ante el sacrificio de Cristo. Su muerte no es solo para recordar, sino para transformar nuestras vidas. Nos invita a cambiar nuestro estilo de vida, a abandonar el pecado y abrazar la gracia que fluye de su sacrificio.

Que esta celebración nos inspire a vivir de manera coherente con el Evangelio, a amar como Cristo nos amó y a ser testigos de su amor redentor en el mundo. Que la Cruz de Cristo sea para nosotros fuente de esperanza y fortaleza en medio de las pruebas.

Encomendemos nuestras vidas al Señor en este Viernes Santo, confiando en su misericordia y abrazando el regalo inestimable de la salvación que nos ofrece en la cruz

(Guía Mensual)

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