Domingo, 5 de mayo del 2024
- Primera lectura: Hch 10, 25-26.34-35.44-48: “Dios no hace discriminaciones”.
- Salmo Responsorial: 97: “Aclama al Señor, tierra entera”.
- Segunda lectura: I Jn 4,7-10: “Dios es amor”.
- Evangelio: Jn 15, 9-17: “Como mi Padre me ha amado, los he amado yo a ustedes”.
Color: BLANCO
“Dios es Amor”
Según la teología musulmana, los nombres de dios son 4 mil. Mil son conocidos sólo por Dios. Otros mil por Dios y los ángeles. Otros mil por Dios, los ángeles y los profetas. Y los mil restantes, por Dios, los ángeles, los profetas y los fieles. De los mil últimos nombres, 300 son citados en la Torá, 300 en los salmos, otros 300 en los evangelios, y cien en el Corán. A lo largo de la historia, el ser humano ha tratado de conocer a Dios, y desde distintas experiencias le ha dado nombres: el Motor Inmóvil, de Aristóteles; la Inteligencia Creadora, de Platón; el Omnipotente, el Vigilante, el Omnisciente, el Benevolente, el Sagaz, el Longánimo, el Guía, el Inmortal, el Temible, el Paciente, el que Es, el Padre, la Madre, etc.
La segunda lectura nos presenta a Dios, no sólo con una característica de su ser, sino que se atreve a revelar su ser mismo: Dios es Amor. No sólo dice que es amoroso, sino que es el mismo Amor. Tal como sea nuestra experiencia humana así será nuestra representación de Dios, y viceversa: como sea nuestra experiencia y nuestra concepción de Dios, así será el paradigma de ser humano y querrá constituirse como tal con respecto a su entorno.
Una concepción legalista de Dios, como la que predominaba en la religiosidad de la época de Jesús, imponía el cumplimiento estricto de la ley y la participación en los ritos en lugares y en tiempos sagrados. Sus líderes se consideraban personas especialmente sagradas, consagradas y predestinadas por Dios, por medio de una dinastía intocable que, no obstante, muchas veces había sido removida. Los destinatarios exclusivos para el encuentro con Dios eran los judíos que se ajustaran perfectamente a todos los cánones establecidos por la élite religiosa.
Las lecturas de hoy nos muestran una experiencia distinta al legalismo judío. Las comunidades de Jerusalén, con Pedro a la cabeza, que al principio se mostraron recelosas para aceptar a no judíos dentro de ellas, y que cuando los aceptaron querían presionarlos a circuncidarse, lo cual implicaba adherir totalmente a la ley judía, comprendieron, por fin, que no era necesario ser judío para ser cristiano. “Ahora comprendo claramente que Dios no hace discriminaciones, sino que acepta con agrado a todos los que lo temen y practican la justicia, de cualquier nación que sean” (primera lectura). Después de tanto “tire y afloje”, comprendieron que lo que unificaba las comunidades no era la ley judía, ni la uniformidad en los ritos y costumbres, sino el Espíritu de Jesús resucitado: “¿Quién puede negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?” (primera lectura). Éstas son expresiones que hoy leemos con tranquilidad, pero en aquella época representaron tensiones muy fuertes que amenazaron, inclusive, la unidad de las iglesias nacientes, hasta que se pusieron de acuerdo en lo fundamental.
Las comunidades del sur de Asia Menor (Evangelio y cartas de Juan) comprendieron, de igual manera, que el conocimiento de Dios y la participación del misterio salvífico no se daba por el hecho de pertenecer a una raza o asumir de manera acrítica una doctrina intocable. “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y llega a conocerlo. El que no ama no sabe quién es Dios, pues Dios es amor”. (Segunda lectura). Si no amamos de verdad, así aceptemos todas las leyes, creamos todo el credo, estemos en todos los ritos y cumplamos todos los requerimientos jurídicos, no conoceremos a Dios, porque Dios es Amor.
Aquí tenemos que aclarar que no cualquier cosa es Amor. No hablamos del amor de las telenovelas y los “programas rosa” de la TV. donde se enamoran, se casan, se separan, se odian, se traicionan… Donde la actriz “X” se casa por quinta vez con el millonario “Y” que ya lleva siete matrimonios. No hablamos del amor del que habla la mayoría de las letras de las canciones que en su mayoría expresan la dependencia afectiva (“no puedo vivir sin ti”, “sin ti me muero…”), la justificación de los errores y la evasión de responsabilidades (“por ti estoy despechado”, “por ti estoy sufriendo”, “arruinaste mi vida, “eres tierra mala… ”), y menos del amor del que busca únicamente satisfacer sus intereses egoístas aprovechándose de todo aquel que dice amar…
No es un amor racional y conceptual que quiere tener el control de todo, ni el amor “placentero”, “sensiblero” que se limita a estímulos agradables y fácilmente manipulables. No es el amor de aquel que no es “capaz de pasar cuatro noches en una misma cama”, como dice la canción, y anda buscando estímulos agradables para afirmar su dudosa identidad.
No significa esto que el amor en cristiano sea únicamente pensar en los demás y abandonar nuestros intereses personales. Es comprender que si busco mi felicidad entendida únicamente como una satisfacción personal de manera egoísta y narcisista, me encamino directamente a la frustración de mi vida y siembro ruina en los demás. Es comprender que sólo en la medida que entablo relaciones de amor misericordioso con los demás en ambiente de libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad puedo desarrollarme plenamente. Es trascender nuestra individualidad para aprender a pensar en los otros o por el otro distinto a cada uno. Como decía Von Humboldt: es otorgar el despliegue total de ser de la persona y generar el ambiente propicio para que la persona pueda desarrollarse y crecer desde su propia interioridad, hasta dar lo mejor que tiene de sí misma.
Es el amor del que está dispuesto a dar la vida por los que ama. Dar la vida por los amigos no significa entregarse para que lo maten. ¡Jesús no se entregó para que lo mataran! Jesús se entregó para vivir y servir con amor. Entregó su cuerpo y su sangre que significan la vida misma donada totalmente para los demás, como el pan que se parte y se comparte, y el vino que se disfruta y alegra la vida.
En este sentido, el signo por excelencia del cristiano no es tanto la cruz entendida como sufrimiento sino la mesa como signo del compartir y de la entrega mutua por amor, y la cruz como signo del amor que asume los riesgos que implican buscar una vida digna para la humanidad. Amar al estilo de Jesús trae riesgos porque con mucha frecuencia este mundo se ve dominado por seres infrahumanos, que se alimentan de la desgracia ajena, pisotean la dignidad humana y harán todo lo posible por conservar el poder que oprime a los pobres. Pero Jesús asumió el riesgo, se entregó hasta la muerte y a una muerte de cruz, el gran instrumento de tortura del imperio romano para todos los que se atrevían a cuestionar su “poder divino”. Los nuevos imperios tienen hoy otros instrumentos de tortura.
El amor es el vehículo definitivo para encontrarnos con Dios y para realizarnos como humanos. ¡El amor al estilo de Jesús! Por eso el mandamiento es claro: “ámense unos a otros como yo los he amado”. Un amor así, salva, redime y produce alegría completa. No acepta categorías de dominación: “ya no los llamo siervos sino amigos”.
Con esto se supera la religión del miedo que ve a Dios como un juez que premia y castiga dependiendo del cumplimiento o incumplimiento de todos sus preceptos. Con esto se supera la región estrictamente legalista y ritualista, jerarquizada y piramidal que imponían en su momento los líderes religiosos. Con esto se invita a una relación con Dios que produzca plena alegría. La alegría es signo de que el plan de Dios se está haciendo realidad en la vida del creyente. La vivencia religiosa adquiere todo su sentido si genera personas alegres, felices y plenamente realizadas en el amor. Si los creyentes están llenos de amargura, de rencor, de envidia y demás sentimientos rastreros que denigran al ser humano, es señal de que algo no anda bien en la vivencia religiosa. Por muy cumplidores y “piadosos” que sean, están lejos del Dios amor que nos reveló Jesucristo con su vida y con su palabra. La fe en el Dios de Jesucristo nos libera de todo tipo de esclavitud, empezando por la esclavitud que imponen muchas estructuras religiosas, y nos da la alegría completa que hace posible cuando amamos como él amó. Amar así sólo es posible cuando estamos unidos a Dios porque Dios es amor y nos amó primero.
Tres lecciones de amor
- En una clínica donde trabajaba visité a una señora ya anciana; según su diagnóstico no se explicaban los médicos porqué seguía viva. “Esta señora de hoy no pasa” me dijo el médico de turno en UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Entré a su cubículo; estaba consciente, pero no podía hablar. La invité a que le entregáramos nuestra vida al Señor, hicimos la oración y la unción. Estaba seguro de que habría muerto ese día, pero al cabo de un año la volví a encontrar haciéndose unos chequeos. En medio de tanta gente que visito no la recordaba hasta cuando ella me reconoció y me saludó. Seguía enferma y los médicos seguían sin explicarse racionalmente porqué vivía todavía… “Es que no me puedo morir”, me dijo. “Tengo una hermana que está inválida en la cama y si yo me muero queda desamparada”.
- Los vecinos de la cuadra donde me habían acogido en la misión urbana de Río Negro, Antioquia (Colombia), no se explicaban porqué esa señora enferma salía todos los días a lavar y planchar ropa, y además de eso llegaba por la noche a atender a hijo y marido que habían sufrido un accidente de tránsito. ¡Y además, le quedaba tiempo para ir a las actividades nocturnas de la misión! Era una mujer morenita, delgada y de baja estatura. Siempre sonreía y sus vecinas tenían que decirle que se sentara porque insistía en ayudar a repartir el café con pan, después de la reunión. Sabía su drama y admiraba su fortaleza. Se me ocurrió pensar que así debió ser la Virgen, cuando se reunía con las primeras comunidades cristianas. En el compartir los vecinos comentaron en voz alta su admiración por ella. Yo contemplaba la escena con admiración. Mucho más cuando un vecino dijo: “Eh Ave María, padre, yo no sé de donde saca esta mujer tánta fuerza”. “Yo tampoco sé… debe ser que mi Dios está conmigo”, respondió ella. “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador…”
- En el Morro, una vereda del municipio de San Vicente de Chucurí – Santander (Colombia), durante otra misión, estábamos en el encuentro con los niños. Le caía muy bien el nombre a esa vereda pues su escuela quedaba en un morro alto desde donde se veía el pueblo. Una niña de unos cinco años llevaba alzado a su hermanito de unos dos años. Me causó curiosidad ver a esa niña llegar por el camino empinado desde su casa hasta la escuela. “¿No le pesa mucho?”, le pregunté cuando la vi llegar. Levantó su rostro y se limpió el sudor con la manga de la camisa, me miró con sus grandes ojos negros y me dijo que no con su cabeza. ¡No!, le dije con admiración. “¡Es que yo lo quiero tanto!” me respondió, mientras subía los hombros y abrazaba a su hermanito con amor.
Nota: ante estos testimonios debemos tener en cuenta lo que llamaba Luis Enrique Orozco, el principio de incertidumbre racional: “Comenzamos a ser racionales, cuando reconocemos la irracionalidad de nuestra razón todopoderosa”. ¿Será por aquello de que “el amor es el más poderoso de todos los demonios” (García Marquez), de que “el corazón tienen razones que la razón no entiende” (Pascal) y de que “sólo se ve bien con los ojos del corazón? (Antoine de Saint-Exupéri)”?
“Este mandamiento les doy: que se amen los unos a los otros como yo los he amado”
Oración
Oh Dios, Padre, fuente de vida, de alegría y de amor verdadero. Te damos gracias por toda la revelación que has hecho al ser humano de tantas formas, en tantas partes, a tantas personas, por diversos caminos… pero siempre para darle vida, plenitud y todo aquello que le da sentido a la existencia.
Te pedimos perdón porque muchas veces no correspondemos adecuadamente al amor con el que nos amas. Porque a veces nuestra vivencia religiosa se limita a cumplir leyes y a repetir ritos, pero nos olvidamos de vivir la libertad propia de tus hijos, la espontaneidad, la alegría, el amor festivo que nos plenifica. No nos dejes caer en la tentación de convertir la vivencia de fe en algo aburrido, tedioso, de obligatorio cumplimiento so pena de pecar; no nos dejes caer en la tentación de vivir una religiosidad alejada del amor verdadero con el que tú te identificas.
Reconocemos que nuestro amor no es puro, que con frecuencia está contaminado de egoísmo, de mentira, de miedos… por eso te pedimos que nos inundes con tu amor, que nos llenes de tu gracia, de tu perdón… purifica, Padre, nuestros corazones, para que seamos cada día mejores y podamos amar de verdad y con libertad.
Danos la fuerza para superar la lógica de la venganza, del odio y de la muerte que tanta miseria causa a nuestra humanidad. Que vivamos esa maravillosa experiencia del amor y la comuniquemos con generosidad a nuestro prójimo. Que vivamos esa lógica del amor propuesta por Jesús: como mi Padre me ha amado, los he amado yo. Permanezcan en mi amor. Tú que eres amor, convierte nuestra vida en una continua expresión de tu amor misericordioso. Amén.
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