• Primera lectura: Ex 24, 3-8: “La sangre de la alianza”.
  • Salmo Responsorial: 115: “Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre”.
  • Segunda lectura: Heb 9, 11-15: “Cristo, el mediador de una alianza nueva”.
  • Evangelio: Mc: 14, 12-16;22-26: “Tomen y coman, tomen y beban”.

Color: BLANCO

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

En esta oportunidad nos encontramos celebrando Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, conocida esta gran fiesta como Corpus Christi, es un misterio dado a la Iglesia como un tesoro en vasija de barro, es por esta razón que debemos cuidar y valorar la Eucaristía en su justa dimensión.

El Evangelio nos dice, el primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” En esta pregunta ya hay de manera implícita una intención de presentar la Eucaristía como pan de vida eterna, sin dudas es alimento que sacia la sed y el hambre de vida eterna en nosotros.

En este momento se da la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Jesús convierte el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre. Este hecho marcó para siempre la vida de todo el género humano, allí se une literalmente el cielo con la tierra.

Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad, encontraran un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” La imagen del cántaro de agua tiene muchas interpretaciones, no podemos olvidar que el agua simboliza la vida y precisamente el acontecimiento de la institución de la Eucaristía que se está por suceder es la vida de Jesús que se da para producir vida en abundancia.

“Les enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Si grande era la sala donde se celebraría la cena, más grande sería el acontecimiento de la Eucaristía que en ese lugar se iba a producir. “Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua”. Así mismo para participar en la eucaristía hemos de prepararnos interiormente, pues somos invitados por el cordero inmolado a participar con pureza y santidad de su fiesta.

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. La Eucaristía es verdadera comida y mientas comían Jesús se entrega y supera todos los sacrificios de animales que hasta ese momento tuvieron lugar y razón de ser y se convierte así en el verdadero cordero que se entrega por amor.

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”.  La Eucaristía es una acción de gracias elevada al cielo y ofrecida a Dios como reconocimiento de su majestad y grandeza.

 “Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios”. En resumen, estas palabras de Jesús simbolizan su sacrificio y la promesa de un futuro encuentro con sus seguidores en el reino celestial, donde compartirán el “vino nuevo”. Es un recordatorio de la esperanza y la redención que ofrece la fe cristiana. “Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos”. Frente a la grandeza de la Eucaristía que se revela ante nuestros ojos nos queda decir: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre”.

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