Jueves, 19 de junio del 2025
Color: BLANCO
- Primera lectura: Gen 14,18-20: Le proporcionó pan y vino y luego lo bendijo.
- Salmo Responsorial: 109: Yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.
- Segunda lectura: 1Cor 11,23-26: Hagan esto en conmemoración mía.
- Evangelio: Lc 9,11b-17: Y todos comieron y quedaron satisfechos.
“Corpus et Sanguinis Christi”

Celebramos dando la εὐχαριστία (Dar gracias o agradecimiento) por la entrega de Cristo por cada uno de nosotros. El Sacrificio Santísimo que desemboca en el triunfo de su resurrección.
Privilegio inmerecido poder participar de ello mediante la Santa Comunión, hoy, bajo las dos especies para todo el Pueblo de Dios elegido por su Corazón Herido y Sangrante ante tanta guerra, desigualdad en todos los ámbitos, violencia civil por doquier y corrupción sin reprimendas.
Ante esto que nos tiene en vilo, escuchamos la voz de Jesús que ha dicho a su Iglesia:
Hagan esto en conmemoración mía… Lo haremos Señor hasta que vuelvas a buscarnos, para estar contigo y con los tuyos, que son los nuestros que ya han partido a tu presencia. Y en el día a día, ¿cómo se vive esto?, MEDIANTE LA CARIDAD… Dar el Pan del Cielo.
Los seres humanos solamente podemos querer circunstancial, condicionada y momentáneamente. Decir un te quiero.
Solo Dios nos ama en la Eucaristía con su Amor Perfecto, Incondicional y de entrega desbordante en cada momento.
Tal es así, que nos cuesta asimilarlo y vivirlo, llamados a dejar dependencias limitadas y de momentos.
Los seres humanos únicamente podemos alcanzar la entrega de Cristo mediante la caridad en el hogar y con los más necesitados.
¡Si de verdad crees que estás recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entonces harás todos los días obras de caridad social con los más desfavorecidos en lo sencillo y en bajo perfil!
¡Aquellos que nunca no te podrán retribuir!
Recibamos, adoremos y compartamos ahora al Señor Sacramento, Rey de Reyes y Juez de vivos y muertos que viene a buscarnos en cualquier momento.
Cantemos como lo hace la Santa Iglesia al Cuerpo y Sangre de Cristo:
Canta, lengua mía, la gloria del Salvador,
de Su Carne, canta el misterio;
de la Sangre, de precio exorbitante,
derramada por nuestro Rey Inmortal,
destinada, para la redención del mundo,
de un vientre noble a la primavera.
De una Virgen pura e inmaculada
nacida por nosotros en la tierra abajo,
Él, como Hombre, conversando con el hombre,
se quedó, para sembrar las semillas de la verdad;
luego cerró en solemne orden
maravillosamente su vida de aflicción.
En la noche de esa Última Cena,
sentado con su grupo elegido,
Él, la Víctima Pascual comiendo,
primero cumple el mandato de la Ley;
luego, como alimento a todos sus hermanos,
se entrega con su propia mano.
Palabra hecha carne, el pan de la naturaleza
por su Palabra en carne convierte;
el vino en su Sangre transforma:
lo que el sentido no discierne cambio.
Solo sea el corazón sincero,
la fe aprende su lección rápidamente.
Cayendo en adoración,
he aquí, la Hostia sagrada saludamos.
He aquí, sobre las antiguas formas que se desvanecen,
nuevos ritos de gracia prevalecen:
la fe suple todos los defectos,
cuando los sentidos débiles fallan.
Al Padre Eterno
y al Hijo que desciende en lo alto
con el Espíritu Santo que emana
de cada uno eternamente,
sean salvación, honor, bendición,
poder y majestad sin fin.
Amén.
Recita, lengua, el misterio
del Cuerpo glorioso
y de la Sangre preciosa
que, por el precio del mundo,
fruto de un vientre noble,
derramó el Rey de las Naciones.
Nos fue dado, nació por nosotros
de la Virgen Inmaculada,
y habitó en el mundo
tras la dispersión de la semilla del Verbo.
Su presencia puso fin a las demoras
con un orden maravilloso.
En la noche de la Última Cena,
reclinado con sus hermanos,
una vez cumplida la Ley
con los alimentos prescritos,
como alimento a la multitud de los Doce,
se entregó con sus manos.
El Verbo, hecho carne, hace
carne del verdadero pan con una palabra,
y el vino se convierte en la Sangre de Cristo.
Y si el sentido es deficiente
para fortalecer un corazón sincero,
solo la fe basta. Por tanto, reverenciemos y postrémonos ante
el gran Sacramento; y que la antigua Alianza dé paso a un nuevo rito. Que la fe sustituya la deficiencia de los sentidos. Al Engendrador y al Engendrado sean la alabanza y el júbilo, el saludo, el honor, la fuerza y la bendición. A Aquel que procede de ambos sea igual alabanza. Amén.
En Jesús, José y María
Evangelizar según el Magisterio de la Iglesia
P. Manuel García: epam45@gmail.com
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