Domingo, 4 de junio del 2023
- Primera lectura: Ex 34,4b-6.8-9: Dios es compasivo y clemente, de infinita paciencia…
- Salmo Responsorial: Dn 3,52-56: Bendito tu nombre, santo y glorioso.
- Segunda lectura: 2 Cor 13,11-13: Estén siempre alegres, llenos de armonía…
- Evangelio: Jn 3,16-18: Dios envió a su hijo al mundo para que se salve por Él.
Color: BLANCO
“El Padre, nos fortalece con su poder, el Hijo nos ilumina con su sabiduría y el Espíritu Santo nos llena el corazón con su amorosa bondad”
El diálogo de Jesús con Nicodemo que hoy ofrece la liturgia, en esta Solemnidad de la Santísima Trinidad, nos muestra elementos que deben motivar nuestra reflexión. Es importante referir cómo en otra parte de este diálogo el evangelista nos presenta a Jesús indicándole a Nicodemo la necesidad de “nacer de nuevo” en el espíritu. Sin embargo, Nicodemo no llega a comprenderlo, motivando a la vez, la continuación de esta rica conversación donde se resume el plan de salvación de Dios para los hombres. Un Dios que perece para que todos tengamos vida eterna.
En esta Solemnidad de la Santísima Trinidad, descubrimos la relación del Padre y el Hijo en una dinámica de amor que genera la presencia del Espíritu Santo. Por el bautismo entramos en una relación personal con el Dios uno y trino. Esa gracia santificante es la que nos incorpora a Cristo, nos llena con su Espíritu y nos hace hijos de Dios. Santo Tomás de Aquino, reflexionando sobre la Trinidad, afirma que por la gracia no solo el Hijo, sino también el Padre y el Espíritu Santo vienen a morar en la mente y en el corazón de las personas. El Padre, nos fortalece con su poder, el Hijo nos ilumina con su sabiduría y el Espíritu Santo nos llena el corazón con su amorosa bondad.
Nosotros estamos inmersos en ese misterio que representa la Santísima Trinidad. Ella no es una realidad remota y abstracta, que está fuera, sino que está abrazando y penetrando nuestra vida. Para el apóstol Pablo, especialmente, la vida cristiana es trinitaria: todo lo recibimos del Padre, fuente de nuestro ser, por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro mediador. En el Espíritu Santo nos unimos a Cristo para que podamos acercarnos al Padre para arribar como destino y fin último. La gracia, el don divino, es que nosotros también somos invitados a entrar en esa dinámica trinitaria. Está en nosotros aceptar esta invitación de amor gratuito de Dios y que seamos honestos con la creación.
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