Viernes, 27 de junio del 2025
Homilía: Solemnidad: San Pedro y San Pablo, Apóstoles
- Primera Lectura. Ez 34, 11-16: “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas”.
- Salmo Responsorial. 22, 1-3a.3b-4.5.6: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
- Segunda Lectura. Rom 5,5-11: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
- Evangelio. Lc 15,3-7: “¡Felicítenme!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Color: ROJO
“El Señor es mi pastor, nada me faltará”
Hoy celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, en la Biblia el corazón es el centro de la persona donde radica la sede de las decisiones, los sentimientos, los planes y los proyectos. En el corazón encontramos lo profundo del ser y el rincón más íntimo de cada persona, nos encontramos con los pensamientos, las decisiones, y los sentimientos.
La parábola de la oveja perdida nos pone en el centro del corazón de Jesús, el Buen Pastor. Él no se conforma con tener a la mayoría a salvo; su amor es tan personal y apasionado que no duda en dejar las noventa y nueve para buscar a la que se ha extraviado. Esta imagen rompe toda lógica humana: ¿por qué arriesgar tanto por una sola oveja? Jesús nos revela que, para Dios, cada uno es único e irremplazable. No hay nadie tan lejos, tan herido o tan perdido que no merezca ser buscado, encontrado y llevado de regreso a casa.
Este amor incansable se refleja también en las palabras del profeta Ezequiel. Dios mismo promete buscar a sus ovejas, reunirlas de todos los lugares donde se han dispersado y llevarlas de vuelta a pastos abundantes. Él no delega esta tarea; la asume en persona. Busca a la perdida, cura a la herida, venda a la enferma y cuida de cada una según su necesidad. Es un pastor que no se olvida de nadie, que no se cansa de tender la mano y que ofrece descanso y alimento en abundancia.
El salmo nos invita a reconocer esta ternura: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. En los momentos de oscuridad, en los días de cansancio o de miedo, saber que no caminamos solos nos llena de consuelo y esperanza. El Señor guía, protege, restaura y prepara una mesa para nosotros, incluso en medio de las dificultades. Su bondad y su misericordia nos acompañan siempre, y en su casa encontramos nuestro verdadero hogar.
San Pablo nos recuerda que todo esto es posible porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. No es por nuestros méritos, sino porque Cristo, siendo nosotros aún pecadores, murió por nosotros y nos reconcilió con el Padre. Somos buscados y amados incluso cuando nos sentimos indignos o alejados.
Hoy, deja que el Buen Pastor te encuentre, te cure y te lleve sobre sus hombros. Permite que su amor transforme tus miedos y heridas en confianza y alegría. No temas dejarte pastorear por Jesús: en sus manos, siempre hay un lugar para ti y una fiesta de bienvenida cuando decides volver a su abrazo.
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