San Oscar Arnulfo Romero, Mártir
Lunes, 24 de marzo de marzo del 2025
Color: MORADO. III Semana del Salterio
- Primera Lectura. 2 Re 5,1-1515a: “Ahora reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”.
- Salmo Responsorial: 41,2.3;42.3.4: “Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?”.
- Evangelio. Lc 4,24-30: “Les aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”.
¿Cuándo veré el rostro de Dios?
Queridos hermanos y hermanas: en este tiempo de Cuaresma, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre el poder transformador de la misericordia de Dios y nuestra apertura a acogerla. En cada pasaje, se nos presenta a un Dios que ofrece su gracia abundantemente, pero también el desafío de reconocerla y aceptarla con humildad.
En la primera lectura, escuchamos la historia de Naamán, un general extranjero que experimenta la curación de su lepra al sumergirse en el Jordán, según las indicaciones del profeta Eliseo. Este relato nos recuerda que la misericordia de Dios no tiene fronteras; alcanza a todos, incluso a quienes consideramos lejanos o extraños.
Naamán, al principio, duda del sencillo gesto que le pide el profeta, pero cuando finalmente se rinde a la voluntad de Dios, encuentra no solo la sanación física, sino también la fe: “Ahora sé que no hay otro Dios en toda la tierra, sino el de Israel”.
La misericordia de Dios siempre nos sorprende porque actúa de formas que no esperamos. Nos invita a abandonar nuestro orgullo y a confiar plenamente en Él, aunque no entendamos sus caminos.
El salmista expresa un anhelo profundo: “Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?”. Este deseo es una invitación a buscar a Dios con sinceridad durante la Cuaresma. Pero esa búsqueda requiere humildad, como Naamán, y apertura al plan de Dios, como veremos en el Evangelio.
En el Evangelio, Jesús enfrenta la incredulidad de sus propios paisanos, quienes no aceptan que Dios actúe fuera de sus expectativas. La frase “Ningún profeta es aceptado en su tierra” nos desafía a examinar nuestro corazón: ¿rechazamos la acción de Dios cuando no coincide con nuestras ideas?
En esta Cuaresma, el lema nos recuerda que la misericordia de Dios no solo nos sana, sino que nos da esperanza. El arrepentimiento sincero nos permite experimentar la transformación que solo su amor puede traer.
Que, como Naamán, dejemos que Dios actúe en nuestra vida, confiemos en su misericordia y nos abramos a la esperanza de su salvación.
(Guía Litúrgica)
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