Martes, 25 de marzo del 2025
Solemnidad. Color: BLANCO
- Primera Lectura. Is 7, 10-14;8,10: “Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”.
- Salmo Responsorial: 39, 7-8a.8b-9.10.11: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
- Segunda Lectura. Heb 10,4-10: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
- Evangelio. Lc 1, 26-38: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”.
“La virgen está encinta y da a luz un hijo”
Queridos hermanos y hermanas: hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación del Señor, un momento central en la historia de nuestra salvación. En las lecturas, contemplamos el misterio del Sí de María, un acto de fe y obediencia que abrió las puertas a la misericordia de Dios y nos dio la feliz esperanza de la salvación.
En el libro de Isaías, se anuncia una promesa que llena de esperanza: “La virgen está encinta y da a luz un hijo”. Este mensaje profético, pronunciado en tiempos de incertidumbre, señala que Dios no abandona a su pueblo. Él mismo interviene en nuestra historia, enviando a su Hijo para salvarnos.
El Salmo nos pone en los labios las palabras de Jesús: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Este compromiso de Cristo encuentra su plenitud en el sacrificio descrito en la carta a los Hebreos: “Todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo”. En su entrega total, Jesús nos muestra el rostro misericordioso de Dios, quien nos invita constantemente al arrepentimiento y a la conversión.
En el Evangelio, el anuncio del ángel a María marca el inicio de esta obra de salvación. El Sí de María no solo cambia su vida, sino que transforma el destino de toda la humanidad. Su aceptación humilde y confiada nos enseña que la verdadera grandeza está en la obediencia a la voluntad de Dios, incluso cuando no comprendemos plenamente sus planes.
El lema “Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos” resuena con fuerza en esta fiesta. Dios, en su misericordia, nos ofrece una nueva oportunidad a través de su Hijo. La encarnación de Cristo es la expresión máxima del amor de Dios, quien nos llama a dejar atrás nuestras faltas y a abrir nuestro corazón a su gracia.
María, como madre y modelo de fe, nos anima a responder con generosidad al llamado de Dios. En este día, pidamos al Señor la gracia de imitar su Sí en nuestra vida cotidiana, de acoger con confianza su voluntad y de convertirnos en portadores de esperanza y misericordia para quienes nos rodean.
(Guía Litúrgica)
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