Jueves, 12 de junio del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Is 52,13-53,12: “Le dieron sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca”.
- Salmo Responsorial: 39,6.7.8-9.10.11: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
- Evangelio. Lc 22,14-20: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía”.
“Jesús es el sacerdote que no se queda lejos del sufrimiento humano”
¿Qué es un sacerdote? ¿Qué hace un sacerdote? Para los católicos, el sacerdote es aquel que, en nombre de la comunidad, ofrece a Dios el sacrificio, intercede por los demás y acerca a las personas a lo sagrado. Es un puente entre Dios y los hombres, un servidor que entrega su vida para que otros se encuentren con el amor de Dios. Pero hoy celebramos algo aún más grande: Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Él no solo es un sacerdote más, sino el único y perfecto mediador entre Dios y la humanidad, el que ofreció su propia vida por amor y abrió para siempre el camino hacia el Padre.
Ser “Sumo y Eterno Sacerdote” significa que Jesús es el sacerdote por excelencia, el que no ofrece sacrificios de animales ni dones externos, sino que se entrega a sí mismo, de una vez y para siempre. Su sacerdocio no tiene fin, no es pasajero ni limitado, sino eterno y universal. En la Última Cena, Jesús nos deja el mayor regalo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes… Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre”. En cada Eucaristía, su sacrificio se hace presente, y nosotros somos invitados a participar de su entrega y de su amor.
El profeta Isaías, en la primera lectura, nos presenta al Siervo de Dios, figura de Jesús, que asume el dolor, el rechazo y la humillación por amor a nosotros. Jesús es el sacerdote que no se queda lejos del sufrimiento humano, sino que lo abraza, lo transforma y lo ofrece al Padre. Sus cicatrices nos curan, su entrega nos justifica, su intercesión nos salva.
El salmo nos enseña la actitud del verdadero sacerdote: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Jesús vivió así, y los sacerdotes de hoy están llamados a seguir su ejemplo: ser hombres de entrega, de misericordia, de escucha y de amor.
Hoy, demos gracias por el don del sacerdocio y por los sacerdotes que, con sus luces y sombras, nos acercan a Dios. Cuidemos su ministerio con oración, cariño y apoyo. Pidamos al Señor que suscite sacerdotes santos, cercanos y al estilo de Jesús, capaces de decir cada día: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
(Guía Litúrgica)
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Un día no basta para un ambiente sano
VIVIENDO CON PACIENCIA Y PRUDENCIA
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