Sábado, 27 de abril del 2024
Homilía: V Domingo de PACUA. Ciclo B
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Hch 13, 44-52: “La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región”.
- Salmo Responsorial: 97, 1-2ab.2cd.3ab.3cd-4: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”.
- Evangelio. Jn 14, 7-14: “Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré”.
“Que nuestra vida sea una invitación abierta a conocer a Jesús”
¿A quién le contamos las buenas noticias primero? ¿A quién llamamos cuando algo bueno sucede? Seguramente pensamos en aquellos que amamos, y nuestra alegría se convierte en la de ellos. Imagina entonces la alegría de Dios cuando aceptamos su mensaje de salvación.
Pablo y Bernabé, al principio, compartieron el mensaje de Jesús con su propio pueblo, pero muchos no lo aceptaron y hasta los rechazaron. Pero, ellos no se desanimaron, sino que decidieron llevar la buena noticia a todos, tal como Jesús les había encomendado.
El Señor los envió a anunciar su mensaje a todas las naciones, y muchos gentiles, al escucharlos, creyeron y se alegraron. Cumplieron así lo que el salmista había profetizado: que hasta los rincones más lejanos conocerían la victoria de Dios.
Si Pablo y Bernabé hubieran desistido por el rechazo de su pueblo, ¿dónde estaríamos nosotros ahora? No debemos permitir que el temor y la vergüenza nos detengan. Aunque algunos nos vean como extraños por poner a Jesús en primer lugar, debemos seguir adelante, llevando su mensaje de amor y salvación a todos.
El Evangelio nos enseña que, si creemos en Jesús, haremos las mismas obras que Él hizo. Por eso, pidamos la fuerza para llevar su mensaje a todo el mundo, confiando en que Él nos escucha y nos ayudará en esta misión de amor.
Recordemos que la misión de llevar el Evangelio no es solo para unos pocos, sino para todos los que creen en Jesús. Cada uno de nosotros, en nuestra vida diaria, puede ser portador de este mensaje de amor y esperanza. No importa cuán pequeño pueda parecer nuestro esfuerzo, Dios puede usarlo para hacer grandes cosas.
Así como Pablo y Bernabé llevaron la luz de Cristo a los gentiles, nosotros también podemos ser luz en medio de la oscuridad del mundo. Hagamos brillar esa luz compartiendo el amor de Dios con todos los que nos rodean, para que también ellos puedan conocer la alegría de la salvación en Cristo.
Nuestro testimonio personal y nuestra vida reflejando el amor y la gracia de Dios pueden ser la chispa que encienda la fe en otros. No subestimemos el poder de un gesto de bondad, una palabra de aliento o simplemente vivir nuestra fe con autenticidad en el día a día. Cada acción realizada en amor puede ser el eco de las buenas nuevas en el corazón de alguien que está buscando esperanza. Al igual que Pablo y Bernabé, podemos enfrentar obstáculos y rechazo, pero la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos nos da la confianza para perseverar.
Sigamos adelante, motivados por el amor y la promesa (de) que, al final, nuestra labor en el Señor no es en vano. Que nuestra vida sea una invitación abierta a conocer a Jesús, mostrando al mundo que la verdadera alegría y paz se encuentran en seguirlo a Él. Con cada paso que damos en fe, nos acercamos más a cumplir la gran comisión de llevar el Evangelio a todas las naciones, siendo instrumentos de su amor incondicional y mensajeros de la eterna salvación.
(Guía Litúrgica)
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